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jueves, 28 de febrero de 2008

(DCLI) El encuentro

Encuentro


La primera vez que entré en el Café, Nora Jones caldeaba con su voz  el ambiente de una noche de principios de Noviembre.




Las notas, en su lenta peregrinación a la luna, ascendían despacio, como copos de nieve que hubieran perdido su brújula.

Aquella noche  decidí no buscar más, este sería “mi Café”. Forrado en madera vieja y oscura, la luz era escasa pero bien repartida, destacando el escenario y  las fotos que adornaban sus paredes,  muchas de ellas en sepia, contaban la historia de “La Isla”. 




En todas las columnas había colgados instrumentos, Clarinetes, bajos, saxos, trompetas,  una guitarra, incluso una batería nos observa desde lo alto sobre la puerta giratoria de la entrada. Un piano  de pared, viejo, solo y cansado reposaba  bajo la ventana del escenario.


(DCLI) Bird


De todos los personajes que pasan por “La isla” hay uno especialmente curioso. Desconozco su nombre, pero muchas tardes le invito a sentarse un rato en mi mesa. Es un músico respetado, aunque su cabeza y su hígado, en tiempos una destilería, le pasan factura. No necesitamos hablar, el sopla, y su saxo y yo lloramos...Hoy cuando se ha marchado he escrito esto: 



En el cielo amarillo

de sus ojos alcohólicos,

nadie esperaba una respuesta.



Aquel dia, hasta las flores

llevaban gafas de sol,

y un perro cojo,

pedía limosna

en el cruce de caminos.


Un alma rota en mil pedazos

se tambalea por el asfalto,

gris mosaico angustioso.



miércoles, 27 de febrero de 2008

(DCLI) Teoría del orden Paulógico


Hoy he visitado a Paula la librera. Al entrar, el leve chirrido de la puerta anuncia mi llegada. Yo respiro despacio un aire cargado de los olores del local. Me entretengo en inventariarlos...huele a papel, madera, tinta, pegamento, cuero, barniz (Paula está restaurando un viejo taquillón),  a ella... . 

Paseo mi mirada por las estanterías tratando de entender el extraño orden que Paula  decide para sus libros, que desde luego no es ni cronológico, ni temático, ni alfabético. Deduzco que se trata de un orden “Paulógico”, de un orden que sin duda tiene mucho sentido dentro de su vida, porque ella  conoce perfectamente la situación de cada libro. Pienso que ese orden es una especie de biografía de Paula y que quien entienda ese orden habrá llegado a entenderla realmente. 

No podré evitar, a partir de ahora, tratar de  ubicar su vida en cada estantería y seguramente se ría cuando le explique mi recién nacida teoría del orden “Paulógico”, o quizás no.


Mientras me he perdido en los olores y las estanterías, nadie ha salido a recibirme y por la puerta entreabierta se cuela una melodía de violín  que  me saca de la tienda.


En la calle, el día es claro, luminoso pero frío, huele a nieve. La estampa que me encuentro al salir es la siguiente: A la puerta de “La Isla” una mujer joven, embarazada, con su guitarra y un sombrero en el suelo canta "Ojos verdes". En la acera de enfrente, con el fin de buscar una distancia y respetar la intimidad de la violinista, Julia y Paula, sentadas en el escaparate  de “La Gramola” junto a Pablo apoyado en el marco de la puerta,  la observan con el silencio respetuoso de un gran auditórium. 


Yo, me uno al grupo sin decir nada. Analizo la escena sin meterme  en ella y creo saber lo que están pensado. Tratan de imaginar la vida de la violinista, una mujer guapa, de mirar sereno con un fondo de tristura (Existe esta palabra?? Me gusta), su barriguilla a punto de soltar los botones de una chaqueta de lana gorda, y la nariz colorada por el frío.  Su sensibilidad se percibe en las notas que acarician la calle; el vaho le sale de la boca de forma rítmica, con ese respirar entrecortado de los momentos de concentración intensa, esos momentos en los que se nos olvida hasta respirar, el frío, o por qué estamos donde quiera que estemos.


Una señora, pasa a su lado con un niño de la mano, vemos como saca un monedero del bolso, pero pasa de largo. Unos pasos mas adelante, se agacha a la altura de su hijo y le da una moneda, el niño no la quiere coger y pone sus manucas en la espalda, pero la madre le dice algo al oído, esos argumentos que solo saben utilizar las madres y entonces el niño, tímido y poco convencido, se acerca hasta la chica dejando la moneda dentro del sombrero, en ese momento, La chica sale de la concentración de su interpretación, sin dejar de cantar, y  le guiña un ojo , el niño sonríe, se pone un poco colorado  y vuelve dando saltitos a coger la mano de su madre, que en la distancia observa la estampa como yo.

Esta mañana ha terminado bien, hemos comido los 5 juntos (Pablo, Julia, Paula, María(como se llama la chica cantarina) y yo) María ha llegado a un acuerdo con Julia para tocar los Martes por la noche en “La Isla”. Esta mañana el mundo ha girado en sentido contrario.

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(DCLI) Los jueves me compro un disco


(DCLI) Los jueves me compro un disco.


Esta calle tiene casi todo lo que se  le puede pedir a una calle. En la  acera de enfrente, tenemos una tienda de discos regentada por Pablo , un tipo  de unos 60 años, canoso con gafas , que huele a tabaco de pipa y es bastante  huraño, aunque le brillan los ojos cuando alguien le pregunta por J. Coltrane o  D. Ellington, digamos que los fans de B. Spears no tienen sitio en su tienda.


Todos los jueves por la mañana, le compro un disco, el que él me aconseja. Cuando entro por la puerta ya  tiene preparado el disco y también su discurso, disfruta  contándome la historia de cada canción, narrando las anécdotas de los músicos, las que no sabe,  se las inventa y sobre todo le encanta exagerar lo difícil que es conseguirlo, que es una pieza de coleccionista, que le da mucha pena desprenderse de él y bla..bla...bla, (entre nosotros, es un poco teatrero). Hoy le ha tocado a Billie Holiday y la canción “Strange Fruit”, basada en un poema de  Lewis Allen, a quien Billie conoció en el Café Society. 

Se trata de una descripción lírica del linchamiento de un hombre negro que acaba ahorcado de un árbol(de ahí su título). Un lamento musical contra el racismo. 

Pablo se recrea narrando la primera vez que Billie Holiday interpretó esta canción, en  el Society, -No olvidemos que se trataba de un alegato valiente contra el racismo, en una época en la que los derechos de los negros estaban aún más que cuestionados. Cuando terminó la canción el público mudo, no sabía como reaccionar...- Pablo acentúa la intensidad del momento con un silencio adornado por el humo de su pipa y continua. -...Hasta que alguien, desde el fondo del local, aplaudió nerviosamente y, entonces, todo el mundo empezó a hacer lo mismo en un momento cargado de emoción. Debes saber además el especial significado que este tema tenía para  ella, puesto que su padre tuvo una muerte semejante al relato de la canción”.


Strange Fruit

El árbol del sur da una fruta extraña,

Sangran las raíces y las hojas sangran.

La brisa del sur baila muy despacio

Con la fruta extraña que pende del álamo.


Bucólica escena del valiente sur, 

Muecas en las bocas; en los ojos, pus.

Perfuman el aire magnolias mojadas,

Y de pronto hiede a carne quemada.


Aquí hay una fruta que gusta a los cuervos,

Que empapan las lluvias, que secan los vientos.

Cuando el sol la pudra, caerá de las ramas.

Aquí hay una fruta extraña y amarga


Versión de Pere Rovira



Hoy como casi todos los jueves he venido a desayunar a “La Isla”, Julia siempre tiene curiosidad por el disco que llevo en la bolsa, reconoce “La Gramola” dibujada con el nombre de la tienda de pablo , y  me lo pide para escucharlo mientras me prepara el café,  yo, que también soy un poco teatrero, le cuento las historias de Pablo como propias. La historia de hoy le ha gustado mucho.


Por las mañanas la música suena limpia, sin la “contaminación” del bullicio nocturno. Quedan restos de la noche en olores,  el escenario sin desmontar, la basura sobre el recogedor..., pero todo es muy diferente,  hasta mi voz suena distinta, me oigo alto y claro con una sensación incómoda de estar invadiendo el silencio, me cuesta reconocerme. 

El local está distinto , vacío, sereno, el sol se cuela sin pedir permiso por los ventanales, formando cortinas de luz diagonales que  descansan en las mesas y llegan hasta el pie de la barra. A veces me da la impresión de que el local tiene vida propia y entro casi de puntillas como para no despertarlo.  


En la misma calle, tenemos  una tienda de compra-venta  de libros “El Desván”, su dueña es una chica joven, tímida y dulce  a la que encanta hablar de  literatura cuando se suelta un poco. Hoy por su culpa llevo en el bolsillo una antología de Machado. Por cierto , la chica tímida y dulce, se lama Paula.

domingo, 24 de febrero de 2008

(DCLI) La corrala

La corrala

(La puerta de atrás de “La Isla” da a una Corrala)



Sentado en el poyo de este patio adoquinado, se me antoja La Corrala, como un viejo teatro sin techo, donde los balcones de madera, a modo de palcos, ascienden agarrados a las cuatro paredes desconchadas que lo enmarcan. 

Desde aquí se siente respirar a este añoso edificio. (pulmón de humanidad).


A veces los alumnos del conservatorio, salen a tocar a la Corrala. Al  principio el vecindario siempre se asoma a los palcos y aunque, poco a poco, las cabezas van desapareciendo, haga frío o calor, las ventanas se quedan abiertas, especialmente cuando actúa Vicente, un chaval rubio que toca el clarinete. A veces incluso les llueven monedas, o alguna vecina le ofrece un caldito caliente a los músicos.


Las fachadas – escudos de intimidad- son grandes lienzos salpicados de vida donde la ropa tendida en los balcones compone un curioso entreverado de colores.


Pienso en la cantidad de vidas distintas que se hacinan tras esos tabiques compartiendo mucho más de lo que ellos se creen. Pienso en la cantidad de rutina compartida:



Se rodean de espejos

y no ven nada más.

Ciegos, encerrados, solos.

Presionados y motivados por lo mismo,

Como si fuera imposible elegir.


Cegados por la rutina,

Se encierran en sus cuartos

Iluminados de fantasía artificial

Y se dejan robar el alma.


(Recuerdo algo que leí en una revista: decía que el 99 % de los cromosomas humanos son comunes con los de los ratones. Solo nos diferencia un 1 % con los roedores, y esto es algo parecido).



Por todo esto que quiero destacar la importancia de romper el límite de las 4 paredes y saber tomar posesión de la ciudad entera, y voy más allá, de la Tierra. 


Esta mañana tres niños y dos niñas han montado un rastrillo en mitad de la calle con juguetes usados, cuentos viejos, comics, libros de texto, trapos, ropa y todo lo que han encontrado en sus casas que, a su juicio, se pueda vender. 

Elena ha comprado un atlas para mí. Un atlas universal antiguo con las tapas peladas en el que aún viene Castilla la Nueva y Castilla la Vieja, y que por supuesto, es ajeno a todos los problemas que haya podido padecer la Europa del Este en los últimos 15 años.


Me gusta hojear el atlas que me ha regalado Elena, me ayuda a pensar que mis problemas no son tan importantes.


Cómo me “mosquee” me voy a Islandia, sería como volver a nacer, tendría que aprender el idioma las costumbres sociales del lugar y ... una vez “socializado, volverme a marchar, esta vez a Calcuta...   ...   ...


Me ayuda pensar que el mundo es mío con toda la gente que contiene, pero al igual que un instrumento musical, la propiedad no implica su dominio, lo tengo que estudiar, observar, analizar y entonces podré disfrutarlo al máximo, que para eso me lo regaló mi madre el día que me parió.


Huir de las inercias de rutina. Tengo que huir de este puto ciclo de rotación de día y noche. Superar la idea de que mi vida se compone de ciclos de 24 horas y esa angustia que a veces nos ahoga de que parece que lo que no hagamos hoy no lo podremos hacer nunca.


Recrearme de/con una vida llena de mañanas en las que comenzar, corregir, continuar, evolucionar... ...


(DCLI) Sobre por qué me gusta pisar los charcos



Hoy llueve y el viento es frío. Entro en “La Isla”, sacudo mi gabardina y la cuelgo en el perchero de madera, mi ritual de llegada continua tocando la campana de la entrada, una campana que baja desde el techo (recordadme que otro día os cuente la historia de esta campana) , doy el toque seco que me corresponde y Julia y Roque levantan a la vez su mirada hacia la puerta. Al ver en mi cara el frío de la calle, Julia me ofrece un café caliente y Roque salta hasta la estufa próxima a mi mesa y la acaricia con el lomo para dejarme claro que ese calor es “su” calor, desde allí me mira para asegurarse de que está clara su postura.
El ambiente en la isla siempre es cálido, acogedor. El café calienta mis manos y mi estómago,
Ben Harper (“Another lonely day”) me calienta el alma.
Me gusta mucho observar el frío desde “La Isla”. Apoyo mi cabeza en la cristalera y me pierdo en los brillos del suelo mojado de la ciudad, en los reflejos de los charcos. Busco en esos reflejos mi ciudad.
Y es que, a veces, me siento extranjero en este mundo, como si fuera un habitante de esa otra ciudad que, inversa y distorsionada, se refleja en el suelo de este lluvioso relato nocturno. Un extranjero que encuentra su patria en esa ciudad que, bajo los charcos, se tambalea borracha de irrealidad.
Fuera, la gente se protege del frío y la lluvia como puede. Andan deprisa con el ceño fruncido.
Entre el tráfico mecánico de personas, destaca una chica que pasea serena, empapada, sin prisa, recreándose en el agua. Sus ojos sombríos por el rimel corrido le dan un aspecto misterioso, pero con esa pureza que tienen las caras mojadas por la lluvia.
Al pasar a mi lado, apoya las manos y pega su nariz en la cristalera, me saca la lengua, sonríe y sigue paseando, como una extraña, ajena al ritmo y los problemas de esta ciudad sobre el suelo, en la que este extranjero busca su patria en el beso de una amiga, la voz de
Billie Holiday, las letras de Machado, un lapicero, la sonrisa de un niño o el regazo de su chicuca ... en su imaginación...



Solo la luz me recuerda que existo,
El reflejo de otras vidas
acompaña mi locura.

Sin que el tiempo me perdona,
Sigo esperando la imagen
Que cure mi ceguera.

lunes, 18 de febrero de 2008

La Roca



Al sur de mis recuerdos hay un roca.


Aquella roca de la playa de Berria

donde conocí el mar.


Donde la marea al retirarse dejaba un

pedacito de su inmensidad a la medida

de un niño.


Aquel microcosmos de agua tibia 

Donde me bañaba desnudo.


Al sur de mis recuerdos huele a salitre

y la luz atraviesa un agua clara y salada

llena de los restos de vida 

que se dejó la marea.


Roca  áspera y porosa 

como una gran esponja de mar marrón 

que da cobijo a cangrejos, quisquillas, pececines, lapas

... y a mis recuerdos.


Mi primer polo de naranja y la arena caliente

que salía hasta la carretera. Mi tripuca infantil

(que aún conservo...jeje) naranja y pegajosa...

domingo, 17 de febrero de 2008

La galería de mi abuelo



















Galería de la casa de mi abuelo.

Ventanas viejas de madera, que 

dan a la plaza de La Vega y a mi

infancia: La misma calle adoquinada,

los mismos tejados de lastra y verdín,

los mismos charcos que pisaba en 

cuanto algún mayor me distraía; incluso

las mismas gentes, esas gentes que ilusiona

ver de nuevo, y reconocer bajo la capa de 

años que maquilla sus caras, caras que me 

gusta tocar cuando sonríen al verme.


El calor de los recuerdos de una infancia 

Compartida.


La cabaña del círculo polar


....Paz.


Huele a sauna, a madera caliente, 

esa sensación de observar el frío desde el calor...


Observar el frío en las plumas despeinadas de un pájaro que hunde su pico en la nieve, buscando algún resto de comida; en el vaho de un alpe qeu mastica con ese aires tranquilo, relajado que tienen los rumiantes, como si no fuesen responsables de nada...


Sentado a los pies de este lago en el circulo polar, miro a la cara al sol y respiro sin prisa, sin relojes, el tiempo si hizo mi amigo y se sentó a mi lado.

El agujero



En el mar helado hay un agujero....

por el me cuelo:


Me sumerjo despacio, alejándome

del punto de luz por el que entré 

al mundo submarino,

que es una puerta blanca, azul...

...y bajo, y bajo, despacio.

Soledad absoluta, un poco de miedo, 

y cada vez más oscuridad.


Observo las burbujas que juegan

y parecen tener más claro que yo

su destino....


Mareo, momentos de pánico..

...recuerdos mezclados con ilusiones....


...Mi jardín flota en un mar solo, azul e inmenso, 

como todos los mares.

Peces transparesntes vuelan, 

unos rápido, otros más despacio, por entre los árboles

y las flores, convirtiendo su piel en una variedad infinita de formas y colores.


...Mil ojos verdes parpadean a la vez; no sé lo qeu miran, solo están ahí, al igual que el resto de mi jardín, solo está ahí, no necesita explicarse.


Solo.

La plaza de Valle-Inclán


La plaza de Valle-Inclán


Nieva, los copos caen despacio, sin prisa por llegar al suelo. No se sabe si suben o bajan, se funden sobre las bufandas de los niños que se tiran con bolas y hacen pálidos muñecos de nieve, o en las boinas de los viejos, que se llevan las manos a la boca para entrar en calor. El mundo gira sereno.


La plaza de Valle-Inclán está encuadrada por edificios de dos alturas, con verdosos tejados de lastra y musgo, que la miran desde galerías blancas de madera,


En el centro de la plaza, el templete de los músicos, redondo, sencillo, con balaustre de madera y tejadillo de pizarra acoge a la banda los domingos y días de fiesta.


En frente, sentado sobre una silla con las piernas cruzadas, una estatua de tamaño natural, representa a Don Ramón con su larga barba, sus gafas redondas y su bastón. La banda siempre se sitúa mirándole, y los vecinos del barrio bajan sillas de sus casas y se sientan a su lado a escuchar la música dejándole siempre en primera fila. 



Muchas tardes de invierno, Verónica hace compañía  a Don Ramón. Se sienta a su lado, con su pañuelo azul a la cabeza, sus guantes sin dedos y nunca con menos de 4 chaquetas. Hoy teje una bufanda roja mientras asa las castañas que vende en cucuruchos de periódico y tararea “El día que me quieras” de su compatriota Gardel.

Respiro el aire caliente a través de mi bufanda de lana, un lápiz gastado piensa entre mis dedos; baila sobre este triste papel de periódico al ritmo de los latidos del cajón gitano de unos chicos que tocan bulerias frente al escaparate de la pastelería, Guitarra, cajón, palmas, cante y mucho arte. En el papel de periódico, que aún conserva el calorcillo de las castañas que acabo de comer leo una lista de conciertos...

Hoy mi soledad está contenta en medio de esta gente.

viernes, 15 de febrero de 2008

Desorden de notas autodescriptivas



Mi madre me regaló la vida en invierno, hacía frío en la calle, pero el seno de mi familia me protegía y me acogía con ternura y cariño.

Mi madre, Mercedes Carral, una mujer práctica y buena gente, mi padre... ... ...buena gente, (jejeje, y un tipo sensible).

Los primeros 5 años de mi vida me creí el único niño pequeño del mundo, era el chiquitín de mi familia, de mi barrio (en la época en la que los vecinos eran casi familia) ...después llegó mi hermano, también buena gente pero...yo estaba primero...jeje, esto es broma, nunca he sufrido envidia afectiva, mi familia ha repartido bien su cariño.





















A lo largo de estos años la escritura me ha ayudado mucho, a conocerme a mi mismo, a reflexionar, con la ilusión, por muy "antisocial"(1) que sea, de abrirme a quien me quisiera entender, de comunicarme.

De ahí mi inquietud por las distintas formas de expresión, la música, la pintura, la escritura.

Hay dos palabras importantes en mi vida, autocontrol y autosuficiencia.

Si hay algo de lo que huyo es de los incontrolados, irreflexivos, esa gente que echa su mierda por la boca y después no ha pasado nada.

 (1) Antisocial??: Me gusta la gente por separado, pero no las cosas que se obligan a hacer en grupo.

 Además por lo general, creo que esa gente no decide sobre sus actos, y creo que tienen  mucho más valor las acciones decididas y valoradas. Solo me gusta hablar cuando tengo algo que decir y solo me gusta escuchar a quien tiene algo que decirme.

También me he esforzado mucho en mi vida por ser autosuficiente, y esto quizás sea un escudo, pero siempre he tratado de ser una persona completa y me gusta la soledad. Hay gente que no la tolera, yo creo que porque están vacíos.

Otra cosa de la que huyo, es de la gente que cree que la solución a sus problemas la tienen los demás(quizás esto esté relacionado con el punto anterior):

"Una mano abierta grita mi nombre y yo, a oscuras,

lloro acurrucado en una esquina; tal vez esperando

que sobre mis lágrimas pueda navegar el barco de

desencanto sobre el que viajo y que hace tiempo

atracó en este planeta oscuro.

Quizás pretendo que mis suspiros llenen sus velas

y lo empujen por el escaso caudal de mis lágrimas

y en este inútil empeño pierdo tiempo, gasto vida."

Esto va por ellos. Esa gente que no hace nada para que su vida sea mejor. Podridos en el conformismo y la desidia. 

Me gusta el silencio, los sonidos del agua, los olores que compartimos. Me gusta mirar a la gente a la cara cuanto me comunico con ella. (Comunicar: Trasmisión de información que me interesa).

Me gusta mucho compartir mis ilusiones con la gente a la que quiero. Me gustan los animales. Me gustan las gentes sencillas, directas, cálida, inteligentes. Me gusta la madera.

Me gustan las chimeneas, observar el frío desde el calor. Admiro la paz de los rumiantes.

En otra vida me gustaría ser Ballena.

Me gustan los árboles frutales. Me gustan los ríos, los molinos. 

Me gusta perder mi mirada en el fuego, en una noche de campo, el trisquido de las ramas que arden junto con los grillos, el viento suave y una agradable compañía.

Me gustan los faros.

No me gusta hablar de dinero. No me gusta que la gente juzgue mis inversiones, porque siempre lo hacen desde un punto de vista material y yo invierto en otras cosas.

Además siempre tienen que opinar los mismos, casualmente la gente cuya opinión me importa tres cojones. No me gustan las espinacas.

No me gusta perder el tiempo, es algo que me angustia, me pone de mal humor. No me gusta el fútbol , los coches, hablar de mujeres (¿Seré un hombre?jejeje)...

 No me gusta la agresividad. No me gustan los ruidos fuertes (de pequeño para enchufar la batidora me tenían que sacar de casa). No me gusta la gente que va de compleja y profunda, de forma pretenciosa, esa gente que no sabe que Inteligente significa, hacerse entender y que se creen inteligentes si utilizan términos que ni ellos comprenden, me gusta ridiculizarles y que lo sepan, me gusta que se enteren de que no tienen nada que decir y que yo me doy cuenta, me gusta que se callen de una puta vez. No me gusta rellenar las cubiteras. No me gusta la gente a la que escribes un verso y solo destaca una falta de ortografía (me "cagüen su prima").

No me impresiona la tecnología, a veces me quedo asombrado

"escuchando crecer una flor", o mirando a un bebe que hace 2 meses no estaba. No me gusta el plástico. 

Cobardía: La cobardía nos aleja de la libertad, que es la paz con nosotros mismos.

 Nuestros miedos nos alejan siempre de la libertad y la felicidad, y hasta ahora, mi experiencia personal me dice que cuando nos enfrentamos a ellos, desaparecen, rompiéndose las barreras que los forman y abriéndosenos un poco más el horizonte.

 Miedo a la verdad: Creo que la verdad nos hace libres, pero para ello debemos aprender a asumir nuestras verdades y las verdades que nos rodean y a vivir con ellas, de no ser así, seremos unos “libres” decepcionados.

Quiero un lago con casita de madera y bautizarme cada día en susaguas, reencarnarme cada día en un ser nuevo con los conocimientos y las experiencias de mis otras vidas (de los días anteriores)



Quiero que alguien lea esto y me de un abrazo.
 Tengo que aprender idiomas para romper barreras de comunicación.

Leo esto y me siento vivo.