....
....
....

martes, 16 de septiembre de 2008

Vagabundo.





Sus brazos arrastraban al mundo... como hace la luna con las mareas.
Cada dureza de sus pies tenía el nombre de una ciudad...
Santiago, Buenos Aires, Amsterdan, Casablanca...


Suspiros de viento sur y
aliento de lluvia fresca del norte.
Tenía la caja de Pandora en el pecho.

Su mirada...
... su mirada era un reflejo de lo que había visto,
de lo que veía y de lo que quería ver...

...Ese reflejo no cabía en almas pequeñas,
se salía por los bordes,
y hacían falta varias vidas para recorrerlo...
(algo que no haya imaginado aún... respondía, si le preguntaban por sus aspiraciones).

Al ver un mapa mundi recuperaba sensaciones de la misma manera que, al
mirar esas viejas fotos de grupo que nos hacían en la escuela, cuarteadas y en Sepia, recuperamos mil recuerdos... los motes, las caras, las vivencias, la pizarra y las tizas, el sacapuntas, los olores de nuestra infancia ...
...algo lejano en el tiempo pero familiar ... pedazos de nuestra vida ... cachitos de lo que ahora somos.

Igual que los animales, medía el tiempo con el hambre y la luz.
Le bastaba con saber que era la hora de comer, si amanecía o anochecía... no
necesitaba más tics tacs que el de su reguero de sangre recorriendo el mundo.
Al fin y al cabo él se escurría entre los dedos como el propio tiempo, como el agua y el viento...

El transcurso de su vida erosionó un hueco en él
creando una pequeña cavidad con su forma.

Abrazarla era la única manera de dejar de sentir
las "corrientes" que provocaba en su interior,
el vacío de esa oquedad. Abrazarla era su patria.

Solo se veía reflejado en los charcos.