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jueves, 24 de septiembre de 2009

Escaner Cerebral

El Doctor cogió el papel con solemnidad, como se hacen las cosas cuando no sabes si tendrás que anunciar algo grave a la persona que te mira desde el otro lado de la mesa.


Lo había sacado segundos antes de la impresora anexa al escaner, posándolo en su escritorio sin mirarlo. Sin decir nada, abrió un cajón y sacó de él sus gafas.

Yo estaba nervioso, expectante, lo miraba todo el rato, buscando en su mirada la información que quizás no me darían sus palabras, pero de vez en cuando alargaba la vista hasta el ventanal que había tras él tratando de liberar la tensión que se masticaba entre nuestros rostros.

Carraspeó y me miró.
-Buenos días Santiago- Dijo mi nombre para ganarse mi confianza, como pretenden hacer los empleados de banca en esa pauta de protocolo que, si no se mide bien, puede llegar a ser absurda. Pero en este caso, el captar esa intención de cercanía en el Doctor me relajó, yo me sentía en sus manos, en ese momento era la persona con más poder sobre la tierra, la información que saliera de su boca marcaría en gran medida mi futuro, así que dejé caer los hombros, torcí el cuello hasta que me triscó y le respondí, agudizando la mirada para leer su nombre en la placa identificativa que colgaba de su bata blanca.

-Buen día (Diossss... ya no me atrevo a pluralizar, vete a saber el tiempo que me queda) Jaime. Aquí me tienes

Mientras yo le saludaba, el doctor observaba la impresión del escáner como si hubiera visto a Ratzinger dando botes en medio de una Rave.

La miró a través, por encima y por debajo de sus bifocales, la pegó a la ventana para que la luz le ayudará a verlo mejor... ... Silencio, miradas de desconcierto.

-Hijo mío, en 35 años de estudio nunca había visto algo parecido. Si no hubiera hecho yo mismo este escáner, pensaría que se trata de una broma.

Al decir esto me entregó mi escáner cerebral y se encogió de hombros mirándome desconcertado:


Mi cerebro se compone de tiempo y agua, de la curiosidad con la que algunos hombres han buscado, desde los orígenes, la forma de colarse en el medio y hacerlo suyo sin invadirlo, de aprovechar las fuerzas de la naturaleza y unirse a ellas... con el agua, con la luz, con el viento... con la piel, con las emociones.

Mi cerebro es como un pequeño molino de agua y vida que, con un sencillo mecanismo, trata de moler los más complejos ingredientes.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El mundo en sus manos.


No hizo falta el brazo más fuerte del mundo, ni un apoyo macroeconómico.

Tampoco necesitó armamento nuclear, ni alta tecnología.

No tuvo que buscar un pacto de naciones, ni regalar un Jet privado a cada presidente del G20. Tampoco manipular voluntades, ni gestionar grandes recursos.




Para tener el mundo en sus manos solo tuvo que saberse parte de él.





jueves, 10 de septiembre de 2009

Gandula.

Compañeros de viaje.


Me gusta ponerle nombre a las cosas que me ayudan a expresarme.

Mi Cámara de fotos se llama Goya, mi Guitarra eléctrica se llama Ott-San, mi ordenador se llama Mac.

Poco a poco, cada una de estas cosas se va adaptando a la forma de mis manos o mi cara, van descubriéndome sus secretos, van formando parte de mi vida y sus componentes materiales se convierten en instrumentos, en pequeñas prolongaciones de mis inquietudes que me ayudan a comunicarmen con el mundo.

La muchacha que está a la derecha de estas palabras se llama Gandula y hoy se ha unido a mi familia musical, algo me dice que pasaremos muchas horas juntos, solo espero ser capaz de darle tantas satisfacciones como las que ya sé que ella me dará a mí.


miércoles, 9 de septiembre de 2009

De filete.

Silencios. Me gusta la gente que pasea descalza entre silencios y que por el camino observa, escucha, toca, lame y piensa.


El Martes me pasé la tarde observando a esta niña.

Se llama Vega y camina por el mundo pensando más de lo que habla.

Cuando se observa con detenimiento a alguien así, llega un momento en el que uno se pregunta:




¿Le cundirá todo esto que está procesando ahora cuando tenga mi edad?

No tengo ninguna duda de que sí.

¿Querrá a alguien o es tan independiente que nunca necesitará comunicarse ni mirar a nadie a la cara?

La respuesta a esta pregunta llegó sola cuando la oí decir las dos únicas palabras que salieron de su boca en toda la tarde:

-De filete.

Respondió a su abuela cuando esta le preguntó de qué quería el bocadillo, con una claridad que me sorprendió, porque yo aún no sabía ni cómo era su voz.







Dos palabras sencillas pero...

...¿Su mirada?

La mirada que lanzó a su abuela al pronunciarlas,
me dejó claro todo lo que Vega puede querer y todo lo que es y será capaz dar.








sábado, 5 de septiembre de 2009

Reflejos de vida.





Mi barrio está en el centro del pueblo.

Un cruce de caminos que roza mi casa en varias direcciones.

Si algún día tengo que salir corriendo, seguro que en la puerta perderé unos segundos rascándome la nuca y pensando -pa' dónde tiro??.

Eso sí... Cuando hay alguna fiesta, nadie lo duda, todos los músicos deben pasar tocando por al lado de mi casa.

Y yo me asomo al balcón.














Son las fiestas de mi pueblo y los balcones de mi casa se llenan de gente.

Cuelgan banderines de colores de las casas, el cielo se nos pone de gala y músicos canallas de todo el norte toman las calles.
















Los mozos saltan al encierro y le tocan el morro a los toros, sienten su aliento bufar a sus espaldas y vuelan a ras de suelo como el correcaminos, por las mismas calles en las que luego ríen, cantan y dispersan su adrenalina.













Nunca tengo claro si, este pueblo en el que vivo, se distorsiona en las fiestas o si es el resto del año cuando modula su forma.







En cualquier caso, yo siempre lo observo con detenimiento y busco entre las líneas torcidas de lo cotidiano, esos pequeños fragmentos de intensidad en los que la gente se refleja y que en días como hoy, tiene la saturación y el contraste especialmente altos.

A veces busco la manera de colarme entre esos reflejos y de vez en cuando encuentro el camino, el clik adecuado que me permite crear y formar parte de la pincelada de luz.












Este año no se me ocurrió manera mejor de hacerlo que colándome, con mi cámara, entre los reflejos con los que un músico supo ser a la vez, sin darse cuenta, parte de la fiesta y reflejo de ella ...y pasar bajo el balcón de mi casa con su resplandeciente trombón para que yo lo pescara.















En estas fechas me gusta buscar entre la gente rostros felices, risas, baile, nervios... todo el mundo está "como en su casa" y nadie canta solo.



Son fechas de reencuentros, de gente que se abraza una vez al año y, a veces incluso, repite las conversaciones del año anterior con la ilusión intacta.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

SunFreewer


Era un tipo observador, curioso e inquieto.

El techo de su casa se le quedaba pequeño... y el de su ciudad... y el de su país... .

Su pelo rubio revuelto, como un "Principito", su mirada viva e inmensa y una tímida sonrisa de patas de gallo sin enseñar los dientes, componían su aspecto, mezcla de desamparo y coraje al que daban ganas de abrazar.

Se crió en los Campos de Castilla.

Aquellas llanuras inmensas de trigo y cielo contrastaban con el diminuto horizonte de su propia vida. Sus raices le anclaban a un ciclo giratorio cuya falta de movimiento le ahogaba.

Le conocí una mañana serena y luminosa de Septiembre.






Me le quedé mirando como hacemos los niños, con curiosidad y un cachín de descaro. Él fijó su mirada en mí, giró el cuello y arrugó los ojos para enfocarme mejor, ese gesto de "busqueda" me hizo sentirme invitado, así que cogí mi triciclo y lo aparqué a su lado.

Al principio solo nos miramos sin decir nada, con esos pequeños gestos de "reconocimiento del terreno" que tenemos los niños, nos tocamos la cara, intercambiamos caramelos, hicimos equilibrismo sobre una raya pintada en el suelo, él me enseñó a silbar chulito con las manos en los bolsillos, yo le enseñé a ponerse bizco y representamos un pequeño duelo de muecas que terminó en una carcajada improvisada que nos recordó a los dos que teníamos voz, que podíamos hablar... y nos animó a hacerlo.

Empezamos a hablar atropelladamente, uno pisaba al otro, como si nos lo quisiéramos contar todo en ese mismo instante, con la necesidad de posar nuestra vida ante los ojos de quien miraba curioso y absorbía con gran interés lo que estaba escuchando.


Ese pisarnos desencadenó una nueva carcajada, miradas cómplices y de repente...

Un silencio...

Silencio que dió paso a esas grandes preguntas que nos hacemos los niños, esas cuestiones vitales sin cuyas respuestas no se conoce realmente a una persona:

-¿Por qué llevas el pelo así?- Pregunté yo.

- Soy pequeño, eso me hizo crecer a la sombra de quienes me rodeaban, y me permitió observar desde abajo a mi gente. Mi tamaño, que en principio parecía una desventaja, me permitió darme cuenta de que mi gente se estaba cegando por el sol y que desde bien pronto ya no sabían hacer otra cosa que girar en busca de una luz que no podrían ver jamás.
Así que yo decidí proteger mi mirada.

Ninguno de mis compañeros entendió jamás mi afán por evitar los riegos, cómo trataba de absorber del agua con su cara, resistiéndome con todas mis fuerzas a echar raíces y crecer hacia la ceguera. Esto acentuó mis diferencias con el resto y no tardé en sentirme un extranjero entre mi pueblo, así que aquí me tienes.

-Oye "Sun", por aquí no pasa nadie ¿Y si nos vamos caminando?

-¡¡Coño Niño, soy un girasol!! ¿Tu sabes lo que me ha costado llegar hasta esta cuneta?.

Niño... ¿Y tú qué haces aquí, en medio de esta nada con un triciclo?

- Mmmmm... Yo venía buscándote.

Y juntos desenterramos sus raíces y comenzamos a pedalear hacia el norte.
Él sentado en la cestíta de mi triciclo como E.T., yo practicando mi recién estrenado silbido.


(El viaje hasta el norte es otra historia que está por vivirse).