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martes, 27 de octubre de 2009

Mis lágrimas.





Mareas de emociones que desbordan los ríos.




Deltas de miradas encharcadas.




Pequeños caudales ópticos que descolocan el mundo desde mi pecho, mostrándome un mosaico distorsionado de colores a través de uno de los pedazos de océano que la marea desbordó hasta mis ojos...



...caleidospico delta de emociones.








(Quienes construyen los deltas... quienes fertilizan su alma con las emociones desbordadas ... quienes no se ahogan con la crecida de los ríos... son mis maestros)


Nota: Gracias a la oscuridad del cine que esconde mis lágrimas cuando alguna escena me emociona, porque es el único lugar donde me desahogo sin rascarme la nuca buscando un rincón donde ocultarme... gracias también el viento del norte en enero, que me ofrece la disculpa del frío o a los catarros de finales de otoño... el día menos pensado dejo de ser un chico duro, pero de momento os sigo necesitando.





martes, 20 de octubre de 2009

20 años no es nada??







Ver a un niño feliz me relaja.

Esa mirada que lanza el brillo hacia afuera y que aspira la emoción en un grito contenido que se nos enraiza pecho abajo.


Ese momento en que el niño pierde el contacto con el suelo y todos los sentidos están al servicio de su alegría. Ni tiempo, ni hambre, ni frío, ni deberes...











Cuando recuerdas el momento en que sus padres te dijeron qeu estaban embarazados.

Cuando recuerdas la primera vez que le viste envuelto en mantitas y berrando a pleno pulmón.

Cuando sonríes al recordar cómo tropezaba su lengua de trapo con las palabras pero su rostro expresaba solemnidad.







Cuando miras cómo alguien está empujando y protegiendo esa risa y si es necesario, hasta se pone desenfocado detrás del niño para darle profundidad de campo.

Cuando sabes lo que es empujar esa felicidad y lo que se siente al tener el poder de provocarla.

Cuando la persona que la provoca lleva más tiempo en tu vida que fuera de ella y recuerdas cuando aún le tiraba los tejos a su chica (la madre de la criatura).


Cuando ocurre todo eso y tienes la oportunidad de robarle ese momento al tiempo en forma de luz, sientes dos cosas:

1º Alegría por haber conservado este patrimonio de vida tantos años y haber estado en los momentos más importantes y también en parte de los más divertidos.

2º Te quedas pensativo rascándote la nuca y te preguntas ¿Me estaré haciendo viejo?

Coño, tengo 35 años pero conozco a la persona que empuja ese columpio desde hace más de 20.

sábado, 17 de octubre de 2009

Capitán

El viejo Capitán recorría el mismo camino cada mañana, con sus zapatillas de cuadros roídas y su pijama de franela, el rostro acelerado y su pipa humeando angustias.


El paseo acababa en una torpe carrerilla furtiva con la que cruzaba un jardín abandonado.

- A ver cómo giramos hoy, a ver cómo giramos hoy, a ver cómo giramos hoy... .

No dejaba de repetir esa frase hasta que entraba en una cabina de barco oxidada y se agarraba a su timón.

Jugaba con sus dedos entre los cuadros de mando y agudizaba la mirada hacia el horizonte como si desde su timón pilotara la travesía de la tierra alrededor del sol.

Esa responsabilidad le tenía absorvido y ojeroso, se olvidó de sí mismo y sentía sobre sus espaldas el peso de cada catástrofe ocurrida en cualquier parte del planeta.

Vivía en el psiquiátrico de Pontevedra, pero no era un interno conflictivo y su rutina estaba controlada, así que le dejaban salir durante el día. Las autoridades de la ciudad estaban advertidas.



El Capitán formaba parte de la fauna de la ciudad, un personaje querido por sus habitantes y curioseado por los turistas, aunque él vivía totalmente ajeno a ese vayvén de miradas.

Hoy le he pedido permiso para sentarme a su lado, él me ha mirado un segundo y me ha indicado exactamente dónde me podía sentar, como si el jardín estuviera minado. Con mucho cuidado y respeto me he posado donde él me ha señalado, y le he observado en silencio.

Por un rato el Capitán se ha olvidado de mí, hasta que un gato se ha colado en el jardín llamando su atención. Yo he acariciado al gato bssbssbbss y al oírme ha recordado que yo estaba ahí, el gesto hacia el gato me ha hecho merecedor de sus primeras palabras:

-Hasta el núcleo. Este timón baja hasta el mismo núcleo de la tierra. No voy a perder mucho tiempo en intentar convencerte, pero desde aquí dirijo el rumbo del mundo, su destino.

-Claro, eso me explica sus ojeras. Tanta responsabilidad para un solo hombre... .

Él me vuelve a mirar para calibrar si le estoy vacilando o si hablo en serio y al ver que le mantengo la mirada, se relaja.

Pasé el día con el Capitán, un día de silencios y densas palabras, un día de miradas.
Comimos juntos sin soltar el timón, observamos a la gente que pasaba frente al jardín y aprendí a leer la ciudad entera desde un pequeño tramo de acera, él tenía un ojo a mi lado y el otro en los espejos retrovisores del planeta... al final del día, sin saber nuestros nombres, le acompañé hasta el psiquiátrico.

A la entrada una enfermera le recibió con cariño, nos dimos la mano y se despidió de mí con la mirada, aspirando nervioso su pipa y dejándome el olor dulzón de su humo de angustias en el recuerdo.

La enfermera se acercó a mí:

-¿Es usted pariente del Capitán?

-No, soy uno de sus protegidos. ¿Qué sabe usted de él?

- Pues mire, casi nadie sabe mucho del capitán. Yo soy nueva aquí, él lleva toda la vida, pero el otro día estuve leyendo su expediente y ví algo curioso, son muy pocas las ocasiones en su vida en las que este viejo no ha realizado su recorrido rutinario hasta la cabina del barco.

Apunté algunas fechas de las pocas veces que ha faltado a su cita:







En el verano del 14 se enamoró y faltó una semana.











En el otoño del 29 tuvo problemas económicos y se ausentó unos días para vender unas tierras de la familia.
















A finales del verano del 39 tuvo fiebres altísimas y estuvo delirando en la cama 4 días. De aquella convalecencia salió especialmente afectado y no volvió a separarse de su pipa, ni de sus ojeras.

viernes, 16 de octubre de 2009

Peticiones de Vida.


A menudo tropiezo con viejos objetos que tienen el poder de trasladarme en el tiempo. Pierden mi mirada, por un rato, en un camino de recuerdos, normalmente hasta que alguien se me acerca y me dice:
-¡¡Sh, Sh... ey Santi!! ¿dónde andas perdido?.



Una fábrica abandonada, un piano desdentado, olores a pegamento, madera caliente, escuela, hierba recién segada... ... o un viejo balón solitario.

Siempre que viajo sobre uno de esos recuerdos, en algún momento, cierro los ojos trantando de hacer inventario de sensaciones y esa es la estación más intensa de mi pequeña peregrinación en el tiempo.

Hace unos días pensaba en el valor de los recuerdos y lo veía como pasear por un museo mirando cuadros que ya están pintados, es una experiencia gratificante visual e incluso emocionalmente, pero son cuadros terminados a los que solo podemos mirar, copiar o tratar de aprender, pero sobre los que ya no podemos influir de ninguna manera.

Ese día bu
scaba la forma de expresar qué es lo más "chulo" que le puedes pedir a una persona y, envuelto en estos pensamientos llegué a la conclusión de que lo más intenso y hermoso que alguien me puede pedir es:


Colorea mi memoria



La memoria solo se puede colorear desde el presente, cuando el lienzo está en blanco.