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jueves, 28 de enero de 2010

Pirata

Ayer, Manuel el farero, fue tomado por loco cuando entró corriendo en la taberna del pueblo gritando:

- ¡Nos roban la Luna!

Una carcajada acompasada y bien empostada invadió el local. Manuel entendió que le costaría explicar aquella frase.

María la tabernera aprecia a ese hombre, así que decidió escucharle.


- Aunque solo sea porque lo cuenta bien, el hombre.

Le puso un vino, le hizo una señal desde la barra y cuando este se acercó le dijo:

- Un vino, a cuenta de la casa, por tu historia de la luna.

- No estoy seguro María. Manuel dió su primer trago nervioso y comenzó a liarse un Celta.

- Todo ocurrió en un parpadeo.

Hoy la luna menguante jugaba a la comba con el horizonte. La mar estaba tranquila y unos chavales la andaban rondando y cantando desde una barcucha. Yo les miraba distraido, pensé que estarían pescando, pero cuando me quise dar cuenta, esos Piratas le habían lanzado una red y remaban hacia la cueva de la playa, con la luna flotando tras ellos.

María le puso otro vino, sonrió y le dijo:

- Bueno Manuel, tengo la impresión de que esta historia está aún por terminar. Esperemos a ver lo qeu pasa.

Por un lado el farero se sintió aliviado de que alguien le escuchara con cariño, pero por otro se le puso un nudo en la garganta, solo con la idea de que la historia tuviera continuación. Era un tipo muy miedoso para tener un trabajo de soledad nocturna.




Esta mañana la mar se despertó revuelta. Parecía hervir, y las olas se comían la playa a bocados.
La gente que nos hemos criado aquí, no habíamos visto jamás nada parecido. Observábamos aquel espectáculo boquiabiertos y en silencio.

Algo cruzó nuestras miradas, una especie de nota discordante que poco a poco se fue afinando hasta formar parte del paisaje. Un tipo callado, sonriente, concentrado caminaba sobre la arena en dirección al agua, como si no fuera a parar... ... Y efectivamente no paró.

Nadie se percató de que llevaba de la mano un cordel muy largo, tanto que no se podía ver su fín. Y agarrado a él se adentró en el mar.






-Es como si se sujetara de la mismisima luna. Comentó de forma suspicaz María la Tabernera, buscando entre la gente la mirada de Manuel.

Jinetes.

























De todos los jinetes que encontré en mi vida, incluidos Lucky Luke y el Llanero Solitario (Hi-yo, Silver!!), mis favoritos fueron siempre aquellos que cabalgan las olas.

Viento, salitre y toda la fuerza del mar bajo sus pies.

Yo nunca había pensado cómo se forman, pero resulta que cada ola es fruto de un efecto físico en el que se juntan la inercia y la fricción del mar cuando llega a tierra con el viento. La ola, refleja la excitación de esa salvaje danza.

Llegar a compenetrarse con el mar, de manera que te deje formar parte de ese momento de excitación entre los elementos, es un privilegio ante el cual este que les habla, se quita el sombrero... o la gorra... depende del día.

Nota: A veces solo consigo enfocar el lado salvaje de la vida... como en esta foto.

jueves, 21 de enero de 2010

El ventanuco.



- Pero ¿Qué haces?

- Tranquila, solo estoy tirando toda la oscuridad por el ventanuco del desván.

- Cómo me gusta tu desván. ¿Y no quieres guardar un poco de penumbra para la siesta?

- Pues, también es verdad.

lunes, 18 de enero de 2010

Mis mundos escondidos.




El mundo está lleno de puertas disfrazadas.

Pasan desapercibidas para la mayoría.

Hay que mirar con calma, palpar con los ojos la densidad de los colores y rascar un poquito con la uña entre los pliegues de la luz para abrirlas. Como esta, que se encuentra camuflada en forma de cartel.

Tras esas puertas hay pequeñas islas.

Unas flotan sobre los deseos pendientes de la gente, esos deseos atragantados que salieron de algún pecho en forma de suspiro, otras sobre los anhelos donde se pierden las miradas cuando parece que atraviesan el mundo y uno no sabe muy bien dónde descarrilan.


Otras islas cuelgan de las ideas brillantes que, a modo de Zeppelin, crecen ahí, mientras esperan que alguien valiente las encuentre.












Nota: A menudo me cuelo a hurtadillas en estos pequeños mundos, allí encuentro mi patria... y mis compatriotas... aquellos que hablen mi idioma... aunque sea en chino.

lunes, 11 de enero de 2010

Carta a mi vida.






Abre mis cajones.


Deja que entren la luz y todos los vientos de la caja de Pandora, 
tu aliento.











Sácame de mis casillas.







Descarrílame






Me asomaré al mundo con calma curiosa.





Acompáñame hasta la cumbre de mi cabeza.
Enséñame a palpar las latitudes de mi potencial, 
y sentir que, desde ese escenario
podré seguir creandote a mi antojo.




Shhh... solos.

pom pom... pom pom... pom pom... poco a poco nuestros latidos se van acompansando. 
Yo juego con el zoom... hasta sentir que estoy entre los engranajes de sus pensamientos y poder adivinar cual será su próximo gesto.


 Me gusta mirar el mundo así... como en cámara lenta... a mi ritmo... a veces la tierra y yo nos ponemos deacuerdo, consigo sincronizarnos... 
...en esos momentos veo la densidad de sus pensamientos, como el calor que distorsiona la visión sobre el asfalto en verano... espesos... casi tangibles... click:




pom pom... pom pom... seguimos latiendo, está cómoda, yo no invado, ya formo parte de "su terreno", casi siento su aliento en mi cara desde la distancia, todo se relentiza. Ya no hay espacio, ni tiempo, ahora veo volar una de sus ideas sobre la nieve... Click:


domingo, 10 de enero de 2010

Paseo dominical. (09-01-2010)



Ventanuco.



Comienza mi día a las 08.30h.

Hoy es sábado, pero me gusta la palabra dominical, he decidido que no me voy a limitar con cosas tan insignificantes, así que mis paseos serán dominicales, independientemente del día de la semana en que los ande.

Subo al desván alumbrado por la luz tiritona de enero que se cuela a través de un desvencijado ventanuco. Mi bici, que chirría con cada pedalada, hoy me espera silenciosa.









Luz propia.








El descansillo de la escalera, primera parada... click... parace que fuera, la claridad se multiplica rebotada en la nieve... vamos a ver.




Esta planta es una valiente, tiene luz propia, me gusta cómo absorve esa especie de luz celestial que entra por la ventana, como si en cualquier momento una nube se fuera a asomar por ahi para regalarla.

Al otro lado.
Siempre me ha gustado la parte del mundo que me contiene a mí, no sé, cosas de niños supongo, aún no estoy seguro de que si me tapo los ojos no se apague el mundo.


Pero ahora sería bien chulo ver a la persona que está haciendo la foto desde el otro lado de esa nube... y que ella me viera a mí. Allí parece haber mucha luz.

Enraizado.
Se estiran hacia el cielo como una bandada infinita de raices desorientadas y se agarran a él, para que la tierra no se caiga al vacío, caramboleando entre las estrellas, como la bola de una máquina de pinball.


Doy un salto para comprobar la firmeza con que nos agarran y continúo mi camino silbando "Estrella errante".



Fuera de lugar.






A este semáforo le falta polución... o a este silencio le sobra un semáforo.


Menos mal que está en verde, si estuviera en rojo me sentiría ridículo, parado ante este artilugio que se parodia a sí mismo ... absolutamente fuera de lugar.









Frío como el hielo.




Las conversaciones que mantienen en este banco, con las madejas de lana sobre sus rodillas, las viejucas del barrio, le dejan el culo frío al más pintao.


Líderes del Ampa que maneja el tráfico de fajas en la villa.



Código de barras.


Como un código de barras sobre el paisaje, las plantas de pimientos escriben la palabra invierno. Un alfabeto cifrado que solo saben leer los viejines que se lían un celta y me observan rascándose tras la boina mientras hago la foto.



Garabatos en el aire.








A menudo miro el mundo como si fuera una pantalla táctil sobre la que yo puedo actuar.


Hoy toqué ese pentagrama vertical de líneas torcidas, sobre el qeu algún "niño dios" compuso su primera obra, disimulada entre hojas de zarza a modo de corcheas... ...








¿Jugamos?


Vías vivas.
Hago equilibrios sobre las vías del tren.
Paralelas al río recorren un cacho del mundo qeu yo conozco... pero siguen ... y siguen... y yo siempre las miro con un pequeño mareo de tentaciones. Me imagino subido en su traqueteo, con la cabeza apoyada en la ventana y la mirada pintando el paisaje según pasa.


Imagino al tren pariéndome en distintas ciudades, en distintas vidas, pero siempre yo.


Las vías del tren me encarrilan, con una mirada curiosa, a opciones de vida que se quedaron en vías muertas, a los caminos que dejé atrás y a los qeu nunca fueron una opción.


Pero estás vías de tren son reales y no son vías muertas. Siempre pasará por ellas algún tren en dirección a algún sueño.


Aparición.


De regreso a casa, la fachada de una hermita sale a mi paso. Estuvo escondida todo el rato, mirándome.








¿Vosotros también véis esa aureola azul que la rodea? Fijáos bien, verla es un privilegio reservado para aquellos que tienen algún don.


¿La véis? Si es así, pensad... ¿Cual es vuestro don?












Estas fotos, son un pequeño resumen de las cosas que pasaron por mi cabeza en el paseo que dí en los alrededores de mi casa el sábado 09 de enero del 2010.

jueves, 7 de enero de 2010

Bailes ancestrales.


(De la serie "Fotos con mi móvil)


El tiempo y los vientos del norte
oradaron su coreografía vital,
infiltrada entre las nubes.


Figura y fondo crean su arte,
sabia, viento, madera y tiempo.


Las bailaoras sabias
peregrinan hasta este rincón,
se sientan en silencio
y aprenden de esas ramas
como enredar
con sus manos el genio.

martes, 5 de enero de 2010

Extraños.

(De la serie "Fotos con mi móvil")



Aún recuerdo cuando yo tampoco las tenía todas conmigo.

Cuando miraba a esos tres tipos de oriente (dónde coño estaría eso ¿Por Burgos?) con una baile de ilusión y desconfianza qeu se alternaban en mis tripas, provocandome una tiritona nerviosa qeu disimulaba en el frío de enero.

Aún recuerdo lo que hay tras esa mirada... con un poco de suerte no se nos olvide nunca a los dos.

Esta noche unos greñudos de barbas entrarán en casa y eso no nos deja muy tranquilos, veremos lo que pasa... igual mañana, el mundo se ve de otro color, y esa lagrimilla que nos estamos conteniendo tenga sus frutos.


domingo, 3 de enero de 2010

Reposo Gandul.




Cuando observo reposar a Gandula , siempre me brilla un poco la mirada.

A menudo revolvemos juntos el mundo, jugamos, experimentamos, cantamos, arrugamos la nariz, gritamos, callamos... ...

... Al cabo de un rato de delirio, de haber desordenado la vida, los dos nos sentamos y observamos cómo todo se vuelve a colocar con ligeras variaciones sobre sus posiciones anteriores.




Vemos cómo se crean estratos a medida qeu las cosas...

(ropa de colores,

pinceles, emociones,
cd's, sabores,

libros, luz, nubes, sentimientos,

hojas de dibujos infantiles pintadas con los dedos,
perspectivas,

tejados, fruta,

motivaciones, caramelos...

...todo)

...vuelven a caer, como copos de nieve, componiendo un nuevo mosaico de vida.

Me gusta observar a Gandula cuando mira por la ventana desde su mecedora... después de ese rato, el mundo es un poco diferente, casi inperceptible para el resto de sus habitantes, pero para nosotros, el cambio es lo suficientemente importante como para seguir jugando, revolviendo, curioseando, experimentando.

Me pierde ver nevar la vida y observar cómo se recomponen los estratos una y otra vez.
A menudo nos tumbamos en el suelo y dejamos qeu nos nieve encima.

Nos gusta encontrar un millón de mundos en este.

Los domingos desayuno dos veces.

Todos los domingos por la mañana le subo la prensa a Verónica, mi vecina del ático.

Rondará los 70, tiene el pelo largo y canoso, rostro dulce y una voz serena y sólida que nos hace ronronear, a su gato Fendetestas y a mí.
Es una mujer luminosa. Lleva siempre sus gafas de ver colgadas del cuello y vestidos de algodón largos, de colores cálidos. Su casa son 4 muebles qeu han buscado su espacio entre montañas de libros y Discos.

Cuando llego a su piso, la puerta está entreabierta, Fendetestas me espera acariciando el marco con su lomo y colándose entre mis pies hasta que lo cojo en brazos. Desde la escalera ya huele a café y buñuelos.

Verónica camina descalza por la casa, sus pies asoman blancuchos bajo un vestido color ambar.

Al oirme entrar se sienta en su mecedora, hace que mira el reloj (nunca lleva, hoy tampoco) y se da golpecitos en la muñeca, como reprochándome un supuesto retraso en nuestra cita.
Paseo mi mirada por la estancia, las paredes empapeladas de libros y viejos discos, una mantita de patchwork tapizando su sofá y dos mecedoras mirando al gran ventanal del salón, por el que se ve una alameda alargada que llega hasta el viejo instituto, donde Verónica enseñó Literatura a todos los chavales que pasaron por sus manos, entre los cuales me incluyo.
Yo era un poco macarrilla en aquella época, solo aprovaba su asignatura, pero nos cogimos un cariño singular que con el tiempo no ha hecho más que crecer.

- Sientate aquí, greñudo. -
Ahora estoy calvo, pero cuando ella me dió clase, yo era muy heavy, Verónica se ríe de vez en cuando de mí y de aquella "época romántica", aún me llama así para recordarme que cambiamos, que crecemos y que somos lo que hemos vivido, pero sobre todo lo que queremos vivir.

Me siento a su lado y los dos nos acunamos en las macedoras. Ella estira las piernas, levanta sus pies y comienza a mover los dedos. Le veo un tatuaje en cada tobillo, nunca me había fijado, son alas de golondrina.

Traigo mi portátil en mi bandolera, quedamos en que hoy le enseñaría unas fotos que hice con mi nuevo objetivo, pero lo poso en el suelo y me dedico a observarla. Siento que hoy es un día para hacer fotos más que para enseñarlas.


Señala a sus pies y me dice:

- A los hombres nos pusieron pies para andar, no raices. -

Nos miramos, ella arquea una ceja y sonríe a la vez que me dice:

- Hoy te voy a enseñar a escuchar Jazz, una música que, gente que vivió con sus pies atados, usó para volar. -



Se lleva tres dedos a la boca, pensativa... ... (yo nunca interrumpo sus silencios, puedo asaltar sus palabras, pero sus silencios... son como escuchar a la mar, callado se percibe mucho mejor)... sube los dos pies a la mecedora y se abraza a sus rodillas mientras sigue pensando. Yo la miro.

Al cabo de un rato se levanta vivaracha, con cara de haber resuelto sus pensamientos, recorre con su mirada las estanterías de discos, tararea bajito un fraseo de contrabajo... pam pim / pam pum / pam pom / pampimpom / / trin tran... y chasquea con sus dedos el ritmo al que su mirada recorre las estanterías hasta que...

- ¡¡¡a haaaaa, aquí estabas!!! "Kind of Blue".

Coge el LP con delicadeza, lo coloca cuidadosamente sobre su vieja gramola, adaptada para leer discos de vinilo, lo sopla para quitar alguna mota de polvo y posa la aguja sobre el primer corte. Se acerca a mi mecedora, la empuja situándome frente al altavoz de la gramola y me tapa los ojos con sus manos; huelen a resina de madera.

Oigo cómo su aliento cálido y dulce transporta hasta mi oido palabras:

-"So What", vamos a recorrer juntos 9 minutos de gloria sonora. Siente cómo gira el disco... shhhh... escucha como la aguja se introduce en el primer corte, como se hunde en sus notas... pero recuerda... el hombre tiene pies, no raices... La gente que hace jazz piensa lo mismo de las melodías, deja qeu la introducción te mezca, deja qeu haga girar tu cabeza, y comienza a sentir cómo las notas toman vida, cómo van surgiendo de esa base rítmica.

Siente el poder de los 6 genios que se juntaron para hacer tangible el pentagrama (Miles Davis/Joulian "cannonball" Adderley/John Coltrane/Bill Evans/Paul Chambers/Jimmy Cobb).
Observa cómo las notas se desenraizan de la base principal, cómo van organizando su caos armónico, siente cómo se puede masticar la esencia, cómo las notas revolotean a tu alrededor, con peso, texturas, colores y movimientos propios, ajenas al girar de la gramola. Siente como las notas se revelan y toman las riendas de su destino...

-Ahora, abre los ojos.



















¿Ves? Santiago, en el jazz, en el buen jazz, las notas cogen su redondez, como cantos rodados y escriben sus propias líneas, viven su propia historia, se desligan de las normas cíclicas y crean en tiempo real, ajenas al sentido en que gira la gramola e incluso la mismísima tierra... Escúchalas, pálpalas, lamelas... ... .

El olor a resina de sus manos se queda para siempre impregnado en mi memoria y ligado al jazz. Toco su cara, le doy las gracias y fotografío el momento mágico que estoy viviendo... Las notas del "So What" en revelión armónica, sobre la mesa de una de mis mejores maestras de vida.

Nota: A Verónica, para que existas algún día.
Gracias por el puñado de canicas qeu me colaste en el bolsillo sin darme cuenta, a nuestra manera, dejando huellas silenciosas. Ya no sé si las notas se hicieron canicas o las canicas notas... ¿Y qué más da?
Gracias maestra, si sales de mi cabeza algún día, que sea para hacerte real.

viernes, 1 de enero de 2010

El baño de los pequeños dioses.






Que tienen el poder

de acercarnos a la gloria,

entre toallas de algodón,

olores de jabones,

de sonrisas y de piel.






(De la serie "Fotos con mi móvil")