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sábado, 6 de octubre de 2012
Cómo resucitar abuelos
viernes, 6 de julio de 2012
MI VIDA CONMIGO. La rujina y El lobo.
A Darío "El lobo" le gusta madrugar. Le dicen el lobo porque en su barrio todos tienen motes de animales; a saber: el lobo, la jabata, la del mulo, el lichón, comadreja... .
Darío tuvo mote antes que nombre, su madre era "La loba". A él le gusta. Esa herencia intangible le provoca aún hoy, con sus ochenta inviernos bajo la boina, un inconfesable orgullo infantil.
Darío vive el tiempo furtivo del alba, solitario, silencioso, fresco. Estar ahí cuando el sol toma la curva del horizonte le ayuda a sentirse conectado con algo que él no sabe explicar bien.
A Vega le dicen "La rujina". Duerme con una vieja camiseta de Leo, su hermano mayor. La cogió del taquillón de la entrada el día que Leo se fue de voluntario a un conflicto que a ella le cogía muy lejos, en unos Valcanes que a ella le sonaban muy feos. Fue su manera de revelarse, de gritarle al mundo con el ceño fruncido:
- A mi hermano no me lo quitáis, porque yo no le voy a soltar.
Esa vieja camiseta de algodón que le está inmensa, le ayuda a sentir que su hermano no está solo.
La rujina abre la puerta de madera de su habitación, que da a la solana. Descalza, pequeñina. Su pelo rojo sobre la cara filtra la luz en su mirada y su naricilla chata la conecta con el mundo antes que ningún otro sentido. Las pecas, que aún estaban dormidas, todas juntas, echas un gurruño, escondidas en la nuca, corretean desordenadas por su cara, todas quieren estar cerca de la nariz. Ese pequeño caos de pecas en formación le provoca a Vega un agradable cosquilleo de desentumecimiento mientras ella respira, con los ojos cerrados, un aire aún fresco, limpio, prudente, sin estrenar.
Sin abrir los ojos, Vega sonríe. Un olor medio dulce le hace llegar los primeros síntomas de vida. Es la pipa de Darío, no necesita abrir los ojos para saberlo. Espera a que sea Darío quien diga algo.
Darío solo silba como un pájaro. Ellos dos se entienden, forma parte de su idioma. Él la espera en el río, ella corre a vestirse y con el morro aún manchado por la leche del desayuno que ha bebido de un trago, sale disparada de casa.
El lobo y La rujina son amigos ...y más.
Darío es su maestro silvestre. De él aprendió a pescar truchas con las manos, a hacer silbos con las baras de avellano, él le muestra los nidos en los árboles antes que nadie, fue Darío quien la enseñó a nadar en la poza Viaña atada a un cordel como un perrín.
Vega es de esas criaturas que cuenta más cuando escucha que cuando habla, cuando pregunta que cuando contesta. Su mirada hambrienta y agradecida conecta con la de Darío.
Tienen tanto que darse que... simplemente se lo dan.
A los maestros silvestres.
A los alumnos de aquello que se aprende sin tomar apuntes.
sábado, 30 de junio de 2012
El otro día le prometí a alguien volver a escribir a cambio de un inconfesable regalo de vida. Como uno de esos pactos con el diablo que te acompañan hasta el final de tus días... y mas allá.
Así que aquí estoy, cumpliendo mi parte del pacto.
Empieza aquí una historia de la que solo tengo claro el titulo.
Debo confesar que soy un tipo al que le cuesta estar mas de un cuarto de hora concentrado en algo (si llevas mas de quince minutos hablándome y te parece que te escucho... Es mentira, mi mente ya se ha ido de tu lado), así que para mi es muy difícil entender qué es eso de "la meditación", cosa que, por otro lado, me inspira gran curiosidad.
(Tranqui, este párrafo que parece haber caido aquí sin mucho sentido, encontrará su lógica al final).
En base a lo que yo puedo imaginar que es la meditación, creo que lo más parecido que yo hago a meditar, es escribir, porque uso la búsqueda interior de experiencias, recuerdos, sensaciones y emociones para componer vivencias de otras personas y crear con ellas historias. Para "ponerme en su lugar solo cuento con mi lugar".
Así que, mi vida se compone de muchas cosas, menudo descubrimiento, como la de todo el mundo!!!, pero hoy me doy cuenta de que, esas historias que me obligan a rebuscar en mis adentros, son una de las cosas importantes de mi vida, uno de mis recursos de conexión conmigo mismo, con lo que me rodea o incluso con lo que nisiquiera existe... Como mis pequeños momentos de "meditación al revés", usando distintos pedazos de mi vida, siendo conscientes de ellos para escribir y componer otras vidas (si alguien que practica la meditación lee esto y me entiende... De puuuuta madre).
Hay que ver cómo está el patio, todo este rollo solo para explicar por qué escribo y por qué, de esta serie de letras que comienza hoy, solo tengo claro el titulo:
"MI VIDA CONMIGO."
No sé si este título me llevara a una historia larga o a mil historias cortas, no sé nada aún, él se me irá contando. Así debe de ser.
Gracias.
lunes, 26 de diciembre de 2011
El árbol.
Mi primer horizonte.
La curiosidad de la ventana de mi infancia daba a este prao. A menudo pienso que no hay nada más triste que una ventana sin curiosidad.
Cuando era pequeño, esa valla que linda con el horizonte era una frontera lejana y misteriosa.
Ayer, mirando ese árbol, sentía una cálida sensación de protección al darme cuenta de que él ha sido testigo y cómplice de los momentos que más han influido en lo que ahora soy.
Ha sido el lugar de retiro fisico y mental desde que soy capaz de recordar. En su pradera me rompí mi primer hueso (un brazo a los 4 años), hice mis primeros muñecos de nieve, mucho más grandes que yo, con aquellas botas katiuscas de Superman, las manos ardiendo y la nariz colorada y seguramente en ese prao apañé mis primeras anginas.
Ese espacio fue mi primer patio de recreo. Ahí aprendi a andar en bici y a decir tacos, conté y escuché mis primeros secretos y mordí mis primeros besos infantiles.
A su lado aprendí a leer y a sumar (restar todavía no sé) y en aquellos cables de la luz veía escritas las notas de mi clarinete, notas que solo podía imaginar, porque en realidad yo aprendí a tocar de oido. También hacía caligrafía entre sus líneas, veía escritos los versos que nos recitaba mi padre y aprendía los números contando "churracamas".
Ese árbol fue mi primer maestro, él protegió los rincones salvajes de mi pecho para que yo pudiera crecer sin perder. Ese árbol es mi hermano mayor.
domingo, 30 de octubre de 2011
Triciclo.
En todas las reuniones familiares se repinten algunas leyendas. Historias de la infancia que, de alguna manera, permanecen porque quienes las vivieron las mantienen latentes de alguna manera.
Una de las que a mi me afectan (hay unas cuentas), es la que cuenta que yo dormí con mi primer triciclo. Me gusta pensar que esa historia se repite y se recuerda porque mi mirada conserva esa manera infantil de ilusionarse con las cosas, hasta el punto de no dejar que la noche me separase de mi triciclo.
Me gustó mi infancia y considero un tesoro todos los pedazos que aún conservo vivos en mí. Les cuido, les alimento, les protejo, les doy liberdad y, de vez en cuando, les dejo vivir lo que no pudieron cuando yo era pequeño... Les dejo salir a cazar con los recursos de un hombre, les presto mi cuerpo y mi experiencia y les doy la libertad de usarlo a su antojo. crecer sin perder.
Me gusta la vida. Todos los días.
domingo, 23 de octubre de 2011
lunes, 17 de octubre de 2011
Yo.
Mi corazón ajironado, como una vieja camisa desgastada de piel y mundo, late los remiendos de las mil vidas que me trajeron hasta aquí, que fueron viviendo y muriendo sus propias historias dentro de la historia del mundo y que dejan en mi, la herencia mágica de su existencia... de ser como soy porque sus vidas fueron como fueron...
... Y un sentimiento de responsabilidad lastra unos días y lustra otros, los mas, mi sonrisa. La responsabilidad de sentirme el último eslabón, el heredero de aquello que, cada una de las vida que me precedieron, hubieran deseado prestarme y a la vez el deseo permanente de hacer de mi vida un testigo hermoso para quien continúe esta carrera vital cuando yo me vaya ...
viernes, 14 de octubre de 2011
Barco de palabras
Anclados mis silencios en un arrecife de suspiros,
va mi barco a la deriva.
Y una tímida sonrisa marca el norte
en la brújula de piel
que me dieron tus recuerdos.
Que no borre mis palabras
esta marejada.
Que sople el viento del norte
y la pleamar de mi pecho
desborde
la costa triste y oscura.
Quedará esta playa limpia
si tu mirada me alumbra.
domingo, 9 de octubre de 2011
Isi.
- Hoy vuelven a mi memoria los sabios consejos que recibí de mi padre al nacer:
· Deja que el viento te silbe sus secretos. NO le preguntes, lo hará él cuando quiera. Tu solo estate cerca.
· Dedícale un rato al sol cuando amanece y al atardecer. Déjale que se cuele en tu mirada y hazle sentir que no está solo.
· Observa a la naturaleza. Trata de entender su equilibrio y aprende a formar parte de él.
· Observate. Escucha a tus sentidos y déjalos que te mantengan siempre cerca tu instinto.
Estos cuatro principios han regido mi vida y hoy asumo con respeto la responsabilidad de proteger este bosque. Espero que la sabiduría de las mujeres que lo hicieron antes que yo me guíe y ser merecedora de la confianza que me entregáis.
Gracias.
martes, 4 de octubre de 2011
Mi pequeña tela de araña.
Hay un rato en cada mañana en el que el sol y yo nos miramos. Nos asomamos a la vez con nuestras manitas agarradas al horizonte, cada uno desde un extremo del mundo, nos buscamos.
Yo le pido ayuda a la luz para que se cuele en mi tela de araña. Le canto una nana y algunos días, se me queda dormida ahí, en mi improvisada amaca de seda.
Esos días la noche no me apaga del todo.
Esos días no me importa mucho en qué sentido gire la tierra, porque sé que el sol me buscará a la mañana siguiente para llevarse lo que es suyo... y un poco mío ya.
Aullo.
Aullo,
escucho respirar a los tejados.
Latidos,
mi sangre se pierde en este viejo entramado de roble mal ajustado que cruje como un barco de madera cuando tus sueños se filtran por el tillo y se asoman entre las tejas a calentar este atardecer desde mis manos.
Mi desordenada mecánica de jazz salvaje. Percusión, latidos.
La cubierta de tus sueños palpita entre mis dedos. pompom pompom pompom... se mueven las tejas.
Me siento más cerca del sol desde este tejado de madera y barro cocido que vela tu sosiego.
martes, 27 de septiembre de 2011
domingo, 25 de septiembre de 2011
Voluntad de entendimiento.
- ¿Tenemos algún motivo para odiarnos?
- No.
- Vamos bien. ¿Tenemos algo bueno que ofrecernos?
- grgrgrgrgrgrgrgr... Siii.
- Si compartimos pulgas, creo que bien podríamos compartir una amistad.
(Dale a alguien la oportunidad de sentir que tiene algo bueno que ofrecer, la oportunidad de ser mas hermoso y le habrás dado algo realmente grande. Compartimos muchas más cosas de las que imaginamos, cuando somos capaces de verlo... buff... todo es posible)
A veces... un poco de perspectiva ayuda a verlo más claro:
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Chulo.
- Fue un día difícil. Vine rebotando de patada en patada.
Llamarte guapa solo era un intento desesperado por acabar el día con una sonrisa. Tampoco es pa ponerme el ojo morao...
- Tienes razón, perdona. Me pasé el día sirviendo copas a tipos que piensan que el amor es un beso con sabor a cerveza y no te supe distinguir.
¿Te puedo invitar?
- Casi mejor no bebo más. Pero si echas el cierre, conozco un antro en los muelles del puerto donde hacen la mejor tortilla de patata del mundo. No lo digo yo, lo dicen los marineros.
No tengo presupuesto para más, pero colgaremos los pies en el embarcadero y tu me pondrás un poquito de hielo en el ojo.
- Hecho. Pero déjame que te haga una foto. Dentro de 15 años nos dará risa el mirarla.
15 años después, mirando esta foto:
- jejeje... aún conservas un buen derechazo guapa.
domingo, 18 de septiembre de 2011
Mermelada de Otoño
Tomo prestado el tarro en el que maduraron los sueños del verano,
le añado dos cucharadas de viento sur, un puñado de lluvia de finales de septiembre,
5 páginas de libros recien forrados y dos cucharaditas de tardes de concentración y estudio.
Lo cuezo al baño María con el agua de todos los charcos que pisamos en Febrero y lo dejo macerar en la despensa hasta que llames a mi puerta con las katiuscas puestas y la cara mojada por la lluvia.
Puse café. Pasa.
Starway
Ya sé, de nuevo la ventana de la cocina bosteza bokhes ocres contagiosos
y el suelo nos mira en silencio sin entendernos, reflejando entre sus vetas tus susurros,
escondiendo entre sus grietas mis secretos, que son todos tuyos.
Tiemblan las hojas de mi cuaderno asomadas al balcón, esperando
que el primer coche que doble la esquina de mi estuche de pinturas, te
traiga consigo.
Ya sé, a este callejón le falta un sentido, y le sobran colores, pero
yo no quiero dejar de vivir en él, sacame punta al otoño, que tengo
mucho que contarte y aún no aprendí a escribir, agarra mi mano...
Este jardín tiene un tic entre los setos, tiemblan cuando me miras.
Ya sé, quizás tenga que darle cuerda al mes de octubre, pero no
lo pongas nunca en hora... Déjanos gastar una vida con este hermoso latido
acompasado.
Ya sé, ya sé... Esta canción gotea en nuestra cafetera y los azulejos
de la encimera ya se la saben de memoria.
Sabes? Siempre me costó entender si estas escaleras suben o bajen.
Hoy me di cuenta de que eso depende...
...Depende de si tu estás arriba o abajo.
sábado, 17 de septiembre de 2011
Pentagrama silvestre
Ya sé, aprendes a silvar mi pequeño pentagrama silvestre y por eso pones caras raras con los labios. Que no, que no me río... es que nadie lo intentó antes así y se me salen los adentros de ilusión por las rendijas de mi sonrisa.
Solo un secreto que quizás nos ayude, leeme en clave de "luna", que la clave de sol deslumbra y yo solo te quiero alumbrar.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Deseo
Cierro los ojos y respiro tus intrigas.
Lamo sin miedo la sal de tus heridas abiertas y dejo que tiemble el plumaje de tus tobillos.
Acaricio tu curiosidad, que me sabe a viento, con el reverso de mi piel
y un abismo de dudas se despeja en tu sonrisa cuando, de un mordisco,
rompes todos los candados de mi pecho.
Pasa sin llamar, dale vida a mis sabores,
ábreme en canal, que mis rios se desborden.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Mi pequeño mundo de agua (IV)
Se me cuela un mundo de vida en cada gota. Pequeñas, intensas, inmensas.
Pierdo mi norte en aquellos rincones pequeños donde la lluvia descansa y no hay brújula que oriente.