Tendría 6 años cuando empecé a dejarme señales. En realidad eran pequeños mapas. Tomé la idea prestada de Garbancito, que dejaba migas de pan para saber regresar.
Yo, en realidad, no quería saber regresar a ningun lugar del mundo, sino a un lugar de mí.
A mi niñez.
Así que, escondí un tarro con la esencia de mis sueños, angustias, deseos, ideas, miedos, ilusiones y motivaciones infantiles, en un rincón secreto.
Para no olvidarme, dejé el mundo lleno de pistas, indicándome cómo llegar hasta él.
Y es que, cuando me hago pequeñín, cambian los sabores, los sonidos, las texturas, la lógica... ...cambia la óptica. Y el mundo tiene mucho más sentido.
Cuando me hago pequeñín, la esencia de las cosas y las personas se destila para mí y se cuela por todos mis sentidos.
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martes, 29 de marzo de 2011
Pequeñas Grandes Cosas (1/menguando)
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