Robamos el coche rojo.
Condujimos toda la noche, con la capota levantada, hasta el horizonte y le tocamos las tetas a la luna, que dirige la posada más rancia del final de los caminos.
Yo tocaba la guitarra, tu tocabas las estrellas.
No dormimos hasta el alba, cuando el sol nos silbó una nana de resaca mañanera.
Le cogimos las llaves de su casa al diablo, que compartía la habitación 665 con un monaguillo del pueblo, la 666 era la nuestra.
(...El resto de esta historia está por escribir, pero conocerla podría costaros la vida...)
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domingo, 25 de julio de 2010
Los mejores Ladrones.
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