Cuando observo una foto, siempre trato de entender qué mira ella. Le doy esa oportunidad y siempre me cuenta más de sí misma que si le impongo mi propia perspectiva.
Esta foto me pidió silencio y respeto. Cuando la ví, lo primero que observé fue que tenía mirada, una mirada cansada pero viva. Una mirada que busca. Una de esas miradas que sienten la responsabilidad de darle cuerda al mundo para que no deje de girar.
En esta foto encontré a una mujer luchadora, llena de amor, de esas que no se permiten llorar en público y que por las noches se tocan la cara en el espejo y se cuenta en secreto los miedos que no se permiten mostrar a nadie, porque son ellas las que amparan en su pecho los miedos de los demás.
María me contó su historia, me habló de su hermano Leo (el único con quien se permitió en un tiempo ser débil) y de la post-guerra. Me dejó acariciar sus canas y desenredarle alguna de sus penas. Pero de todo lo que me dió María, que fue mucho, hay algo que se me robó el corazón, se permitió descansar una lágrima en mi hombro, me dejó sostenerla por un rato.
(Beberemos la vida fermentada en nuestras miradas)
Pd: Y me entregó en mano las historias escritas por aquel torpe reportero, con mucho corazón y poco lapiz, que la seguía a todas partes desde el fin de la guerra y que estos días publiqué en flickr:
War I, II, III, IV.
....
....
....
....
....
viernes, 2 de septiembre de 2011
Post-War (María)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario