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viernes, 26 de diciembre de 2008

Contar hasta cien.

El día 25 comí en casa de mis padres. Mi hermano y yo hemos convivido básicamente en la infancia, los últimos años nuestras vidas se han desarrollado en ciudades distintas y nos vemos bastante poco.

Cuando nos encontramos con un ser querido al que no vemos a menudo, como es el caso, siempre tendemos a buscar puntos en común, filones de conversación que nos saquen del bucle -Qué tal estás? Bien- -Y tu? Qué tal? muy bien gracias... y tu?... etc... . 
Este año decidimos dar un paseo por nuestra infancia, ese gran filón, y subimos dando un mini-paseo hasta la casa de Adriano y Pilar. 

Nuestra barrio está exactamente igual que cuando éramos pequeños pero más silvestre, abandonado, ya no viven las mismas personas. Es lo que tiene crecer, que no lo hacemos solos, sino que todo el mundo sigue girando y cambiando a la vez que nosotros.
Al llegar allí, me vinieron a la cabeza recuerdos, imágenes, sensaciones a la vez que hablaba con mi hermano, me quedé mirando esa escalera. 

Ahí conté hasta cien por primera vez en mi vida. Nos criamos en un pueblo en el que campábamos a nuestras anchas, los vecinos protegían y ayudaban, nunca eran una amenaza, y me recuerdo a mi mismo con 5 años subiendo hasta esa casa, gritar ¡¡Pilaaaaaaar!! y que aquella mujer cariñosa y graciosa saliera y se sentara allí conmigo. Subía hasta ese rincón con mis tesoros, un gato, un perro, un grillo, algún juguete con el que estuviera ilusionado y me sentaba con ella en las escaleras. No sé de qué hablaríamos, pero recuerdo que teníamos confianza y ella me provocaba.

Esta foto es de aquella época justo al lado de las escaleras:

No deja de ser curioso lo que el tiempo hace con algunas cosas. Tenía abandonada esta imagen que, en una época de mi vida, formaba parte de mi rutina y que está tan solo a 50 metros de la casa de mis padres. Subí con prudencia, como si estuviera invadiendo un espacio ajeno. 

Me habría encantado tropezar con Pilar y sentarme allí con ella. Le habría enseñado las fotos que estaba haciendo y por qué estaba allí, y ella me habría contado  aquella vez que subí con un gatín y me meó entero, se habría reído al recordar como la miraba sin saber qué hacer, sin soltar al gato que se estaba aliviando sobre mi camisa de cuadros... . O no, quizás mi prudencia, el miedo a invadir que me imprimió el paso del tiempo, me habría impedido disfrutar de eso y le habría saludado con la mano sin más... 


Al volver a casa me encontré con esta otra estampa de mi pasado. A esa casa íbamos a por la leche, Diossss, había un perro grande como un león que se llamaba Jay y que me tenía acojonao, pero esa historia la dejaremos para el año que viene...

jueves, 18 de diciembre de 2008

Amigos.

Nota: Pulsar sobre la foto para verla más grande.

Roque vela los sueños de Candelucha. Concentrado, alerta todos sus sentidos felinos.

Cuando la niña abre el ojillo, Roque se relaja tanto que hasta se pone borroso.

Candelucha agradece a Roque sus desvelos ... Ellos se entienden.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Los buenos tiempos

Tengo muy buen recuerdo de mi infancia. Siempre que pienso en eso, lo veo como un éxito de mi familia. 


Crecer supone "desmitificar" a los personajes que en nuestra infancia fueron intocables. 

Inevitablemente maduramos viendo los defectos de nuestros padres, observando roces entre adultos que, de pequeños, no podíamos ni imaginar, conociendo una parte del lado oscuro de nuestros seres queridos, sus miedos y algunas de sus miserias.

Esto supone que se pierden unas cosas y se ganan otras, que la burbuja perfecta en la que se protegía nuestra infancia no era real y poco a poco se posa una losa de responsabilidad sobre nuestras espaldas que llamamos madurar, es como darse cuenta de que dios no existe y en cierto modo te sientes un poco solo. Al mismo tiempo la vida se nos va llenando por otros lados y vamos compensando el equilibrio necesario para sentirnos bien.

Pero cuando, después de ese "trance" que supone madurar, miro hacia atrás y siento cariño y agradecimiento hacia las personas de las que se compuso mi niñez, independientemente de donde las haya situado el paso del tiempo, creo que es éxito suyo el que yo recuerde aquella época como "los buenos tiempos". 

Ese es uno de mis tesoros, algo con el peso suficiente como para que quiera abrazarles, compartir con ellos estas letras  y rascándome la nuca con una sonrisa torpe y tímida se me escape un: "Os quiero" y me alegro mucho de que sigáis formando parte de mi vida. 

A ver cuando organizamos una cenuca.

domingo, 14 de diciembre de 2008

En la luna.


Discover R.E.M.!





Pasé mi adolescencia ahí subido...

... luego me di cuenta de que tenía que bajar a ratos...






Nota: Pero solo a ratos.

sábado, 13 de diciembre de 2008

La Columna.

Al lado de la librería de casa hay una columna de roble. Una de esas columnas que tienen algunas casas antiguas, sobre las que se sostiene el edificio.
Siendo tan importante la columna, no quisimos camuflarla con ningún tabique, la dejamos ahí, descarada, en mitad del salón.

Una noche que volvimos a casa tarde, después de una cena con amigos, nos encontramos con que la librería había posado muchas de sus ideas sobre la columna, brillaban agarradas a ella como luciérnagas-musas.

Desde aquel día, esa es la columna de las ideas, todo el que viene por casa puede coger o dejar alguna. 

Candelucha se las come como si fueran sugus, por eso en la parte de abajo hay menos, es una niña muy golosa. Suelo colocarle en la parte inferior las ideas de los libros infantiles como "Manolito gafotas" o "Los cuentos de Perrault" pero de vez en cuando coge alguna idea de "El Principito" y, no sé muy bien por qué, se pasa el resto del día inventando palabras. Sospecho que hay sensaciones que aún no sabe expresar con el vocabulario que conoce y eso lo resuelve creando uno nuevo.

Yo, a menudo, cojo un par de esas "luciérnagas-musas", me las enrosco en las orejas y las llevo conmigo todo el día calentándome la cabeza y sacando parte de su brillo por mis ojos. 

Roque, nuestro gato, echa la siesta siempre al lado de la columna, se la queda mirando fijamente y al rato duerme con una de sus sonrisas felinas, serena y perezosa. Lo que hace es elegir con qué va a soñar y me he fijado que le gustan especialmente las ideas que salieron de los libros de Amelie Nothomb, aunque a veces también escoge ser "El Capitán Alatriste", esos días se levanta de la siesta como el gato con botas.

7 gotas



Las gotas se agarraron a la rama más viva del otoño, miraron al cielo y lo colaron dentro de sí...  

viernes, 12 de diciembre de 2008

Demente amanecer.

Los dos amigos se quedaron mirando al desierto blanco. Respiraban fuerte tratando de recuperar el aire, perdidos en algún lugar entre el horizonte y sus propias miradas.
 
Reposados sobre el suelo caliente de arena, sus miradas, en un deslumbramiento sereno, observaban el baile de sombras sobre el desierto blanco y un sol pequeñín salía para ellos, brotaba como una flor.
 
Uno de los dos preguntó ¿Cómo es posible que haya esas sombras en el desierto si el sol está saliento por detrás de ellas?
 
El otro, que tenía respuesta para todo, porque lo que no sabía lo imaginaba, respondió mirándole con seguridad:
 
-Amigo, eso va a ser que la luz somos nosotros.
 
Y los dos siguieron mirando el baile de sombras sobre el desierto blanco y su incomprensible amanecer, en un mundo donde nada necesitaba explicarse, donde la belleza brotaba ajena a las leyes naturales.
 

Cogiendo olas.



Llamé a un amigo, le pedí su tabla de surf y caminé con decisión hasta la ola de nubes que saltaban la montaña.

Convencido de que si hubiera algún limite estaría en mi cabeza...  

...ese día lo iba a comprobar.