....
....
....

jueves, 13 de agosto de 2009

Viaje a ... ...

Esa mañana se despertaron inquietos. Se sentían poderosos y se estiraron en la cama hasta rayar el sol con la punta de los dedos de sus pies. Se miraron, arrugaron la nariz y se hicieron pequeños... muy pequeños. Amaban el mundo y menguaron para que se hiciera gigante ante ellos... Era suyo, pero no lo querían terminar jamás.

Tomaron un dedal de ColaCao frío que les dejó un bigotillo de espuma dulce sobre la sonrisa, dando saltitos fueron hasta la habitación de los juegos, la que estaba llena de dibujos de "El Principito" e hicieron una maleta, cogieron su barca y lo echaron todo sobre un destartalado coche rojo.

No habían dicho nada en toda la mañana... se miraban, sonreían y daban saltitos porque los dos veían lo mismo. No les hacía falta hablar.

-Oh Oh!!Las ruedas del coche no giran. Estas fueron las primeras palabras de la mañana, pronunciadas por el niño.

- No pasa nada, respondió la niña con seguridad. Sube anda. Yo conduzco. Dió un golpe con la mano al salpicadero del coche y comenzó a sonar "Friday i'm in love".
-Este coche no posa las ruedas en el suelo, tonto, no hace falta que giren. Aceleró y comenzaron a recorrer el mundo.



Dormían al aire libre, siempre llegaban de noche a los sitios y descubrían dónde habían aparcado al despertarse, a menudo cuando algún grillo dejaba de cantar.

Les encantaba la sorpresa de abrir los ojos y no saber qué se iban a encontrar. Prados, rios, playas, campos de girasoles, un huerto con 13 almendros, la plaza de un pueblo en mitad de un mercadillo, los restos de un festival de música... ...





No necesitaban permisos de ningún tipo, aparcaban su menguada materia en cualquier lugar y desde su pequeña dimensión palpaban el mundo con la mayor intensidad que jamás habían imaginado.

Campaban a sus anchas y se colaban entre las líneas torcidas del pentagrama de la vida, como dos virtuosos del caos armónico que hubieran decidido andar su camino con los dedos de Monk, el aire de Bird, los labios de Armstrong o la mirada de Billie.

Recorrían cada comarca en su barca, de afluente en afluente, acariciando con su piel los rincones más fértiles, preñados de luz y vida, de arte y tiempo.





El mundo era suyo, pero habían sido capaces de menguar para poder vivirlo palmo a palmo.

... La luz de aquel verano les acompañó el resto de sus días con la certeza absoluta de que no había nada más claro y nítido que lo que les venía por delante... nada mejor enfocado.



No hay comentarios: