La niña que aparece conmigo en esta foto, tiene parte de responsabilidad en la anécdota que me ocurrió el otro día en el parque.
Los padres de esta niña y los míos eran amigos, compartían fines de semana, comidas, algunas vacaciones...etc, y esa niña en cuestión, tenía la mano muy larga, pero mucho, vamos que me soltaba unos sopapos que me alampaba. Os preguntaréis, -coño y tu por qué te aguantabas-. ¡¡Pues porque era tonto!!! Y porque mis padres, la primera vez, cuando fui a defenderme, me dijeron...¡Santiago...No!!! y yo obedecí para los restos...(Bueno, para los restos no, en parvulitos me desquité con la cara de un niño...pero esa es otra historia)
Todavía, de vez en cuando, mis padres se acuerdan de aquello y se arrepienten de haberme contenido sin más, mi padre aún ve mi cara de incomprensión ante la injusticia antinatural que estaban cometiendo.
Ahora el padre soy yo, todos los sábados y domingos por la mañana voy con mi hija Candela al parque.
Como es habitual cada niño lleva uno o dos juguetes, pero ninguno quiere el suyo, todos quieren los de los demás. También es habitual que los niños se pidan las cosas a guantazo limpio y mientras la contienda esté equilibrada, yo no me meto, porque entiendo que es su idioma, si yo no supiera hablar quizás tendría que dar más ostias (sin hache) de las que doy (que toman nota los gobernantes/as de esta frase), que por cierto doy bien pocas...bueno estamos en confianza...no doy ninguna.
Pues bien, Candela tenía dos juguetitos, una noria y una pelota (me gusta más la palabra pelota que balón) que, para dar más simbolismo al asunto, era un mapa mundi (los mapas mundi me parecen inspiradores y me gusta verlos hasta en las vacas):
Bueno al tema, que me lío. El asunto es que un niño que estaba por allí quería los juguetes de Candela...hasta ahí estupendo. Yo le explico a Candela que los juguetes son mucho más divertidos si tienes con quien compartirlos y ella me mira y no dice nada, tiene 17 meses y, aunque habla varios idiomas... maulla, ladra, bala, relincha, pía, el castellano aún se le resiste un pelín, pero su cara transmitía claramente esta expresión: -¡¡Si...por los cojones!!. Yo pensé, -perdiendo se aprende, me siento en el banco del parque y observo-.
El niño, que era mayor que Candela, se acerca, le da un guantazo, le coge su noria y se pira. Mientras el padre del niño leía el periódico a mi lado y no intervenía. Yo me acerqué a Candela, le di un besín y le dije -Toma Candela aquí tienes tu pelota que es más boniiiita, mira como bota-, ella me miró y se conformó con su pelota.
El niño tardó en ir a buscar la pelota de Candela el mismo tiempo que Candela en conformarse...plas, guantazo a Candela y pelota fuera.
El tipo del periódico observaba la operación por encima de los titulares y seguía sin intervenir, yo me acerqué al niño y con una caricia en la cabeza le cambié la noria de Candela por la pelota (quería que Candela viera que yo estaba de su parte), y justo cuando me senté de nuevo en el banco, el niño le dió una patada a Candela y le volvió a quitar su pelota (su mapa mundi, su orgullo).
De repente lo ví claro, el ser humano mete la violencia donde no es capad de llegar con las palabras y es natural que los niños se expresen así, de manera que cuanto antes aprendan a razonar y expresarse...mejor. Pero mientras tanto...hay que sobrevivir, así que me acerqué a Candela y le expliqué en tono sereno y didactico:
-Mira Candelucha, tienes que compartir los juguetes con tus amigos, porque sino dejan de ser juguetes...(nunca me gustaron los solitarios, siempre relacioné el juego a la convivencia), PERO si ves que este niño viene a pegarte, tienes que soltar la pelota para liberar tus manos y antes de que reaccione tienes que enseñarle que tu también muerdes, GGrrrrr!!!!! Y los dos hicimos nuestro grito de caza (Cuando la baño, cazamos osos, jirafas, cebras, patos...se los mete en la boca, arruga la nariz y enseña los dientes, como una cría de lobo...esto es verdad)
El padre del niño que, hasta el momento, no había intervenido escuchaba mis palabras escandalizado, yo le miré, le sonreí con naturalidad y me volví a sentar en el banco a su lado observando expectante cual sería la reacción de Candela ante el siguiente ataque, que nunca llegó...
...El padre del niño lo agarró refunfuñando y se lo llevó lejos de Candela y de mí como si fuéramos dos animales peligrosos...yo arrugué la nariz como hacen los lobos amenazantes y le guiñé un ojo al niño que se fue riéndose sobre el cívico de su padre.
Quizás los profesionales de la educación infantil se rasgasen las vestiduras si leyeran esto, pero os lo digo bien clarito:
Siempre he tratado de aportar a la educación de mi hija y del resto de niños sobre los que, en mayor o menor medida, he podido ejercer alguna influencia, una mezcla entre sentido común, razonamiento e instinto y en ese momento aporté las tres cosas...y además os diré otra cosa...
...Candela y yo no mordemos...casi nunca. Grrrrr