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miércoles, 13 de octubre de 2010

Crónicas de un tripero (I)



Primer desamor.

Me enamoré de aquella mujer en cuanto ví sus tarros de mermeladas y chocolates.

Su pecho era como el interior de un pan recien hecho.
Olía a Mermelada de naranja y sus coloretes sabían a compota de corazon noble. En su mirada maceraba la calma de las mujeres sabias y duras que habían vivido una guerra consolando a unos hombres y esquivando a otros.
Sus pecas de sesamo le marcaban en la piel el mapa de mis fantasías infantiles y sus manos... sus manos amasaban la vida y le daban la forma que alimentaría mi alma hasta el final de mis días.

Nuestra vida juntos es fácil de resumir:

- Qué miras!!!. Dijo ella.
- Na... na... nada, ya me iba. Balbuceé yo.

Y ese torpe tartamudeo fue el comienzo y el final de mi primer gran desamor, la panadera de Bordeaux.


Nota: Y la cuchara de palo tomo tres dimensiones y se vino conmigo para revolverme los adentros.

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