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viernes, 2 de septiembre de 2011

War (IV)


War (IV), originally uploaded by Garabato's Light Clan.

"Aún había una batalla por ganar..."

María perdió a su hermano Leo en los comienzos de la guerra. Ella era la mayor, le sacaba exactamente 3 minutos de vida, cosa que le recordaba a menudo, siempre que necesitaba imprimir autoridad a alguno de sus mensajes. Da igual cual fuera la situación, si María recurría a ese argumento, Leo obedecía inmediatamente. Él necesitaba una hermana mayor tanto como ella un hermano pequeño.

Aquella pérdida la dejó sin habla. Fue incapad de volver a pronunciar palabra. Su mirada se mermó, como si quisiera esconderse tras las cuencas de los ojos para no volver a ver, se le secó la piel y envejeció 20 años en una tarde.

Su caso era conocido porque Leo fue el primer muchacho de aquella ciudad que perdió la vida en la guerra. Luego los casos se repetían por docenas como si la vida se hubiera devaluado.

Por aquel entonces yo no era más que un reportero novato que andaba los caminos de la guerra con mucho corazón y poco lápiz. Pero aquella tarde aprendí una de las lecciones más importantes de mi vida:

María veía regresar a las tropas de soldados de su ciudad sentada en el poyo de piedra de su casa, que era lo único que había quedado en pie y el lugar donde pasó tardes enteras sentada con Leo, aprendiendo a andar, a leer y en los últimos años a pintar. Ambos compartían un talento extraordinario para ese arte y se comunicaban en silencio con su código de colores sobre lienzo.

Entre todo aquel gentío callado, solemne, dolorido, la mirada de uno de los muchachos conectó algo en los adentros de María. Era Samuel, el mejor amigo de Leo, flaco, ojeroso, cansado, casi irreconocible, pero vivo... pero vivo... pero vivo... .

- Ojalá Leo estuviera tan flaco y tan ojeroso.

Ese chico no era consciente de ello, pero su presencia allí estaba comenzando a cambiar la historia de aquel día, de aquel final de la guerra.

Aún quedaba una batalla por ganar.

Por primera vez desde la pérdida de Leo, María tomó conciencia de lo que la rodeaba y de sí misma, niños perdidos, mujeres desconsoladas, hombres rendidos.

María entendió que todos aquellos sentimientos negativos con los que yo había aprendido a hacer hermosas metáforas, no se irían con más lamentos, sino con ilusiones. Entendió que aquel día cambiaría si eran capaces de ofrecer a sus hombres un lugar al que volver. Una ciudad que reconstruir, una vida que recuperar.

Llevaba tres años sin hablar.

Decidió vestirse algo mejor, sin lujos (La guerra se llevó de un cañonazo la "j" de esa palabra y en su lugar puso una "t"), pero guapa, se lavó la cara, pellizcó sus mejillas intentando sacarles algo de color y se coló entre los soldados. Guapa, fuerte, con un brillo en la mirada que la diferenciaba del resto y con una determinación incuestionable.

Aquella tarde pronunció sus primeras palabras.

Se puso al lado de Samuel. Lo miró. Había toda una vida de agradecimiento en aquella mirada. Por extraño que os pueda parecer, le daba las gracias por haber sobrevivido, transmitía una gratitud infinita que soy incapad de expresar con palabras y que, aún hoy, me emociona recordar.

María se puso de puntillas y le dijo algo al oido. Colocó su mano en el hombro de Samuel, carraspeó y comenzó a cantar:


Ayer te vi que subías,

por la alameda primera,

luciendo la saya blanca,

y el pañueluco de seda...



Al principio la emoción le ahogaba la voz. Algunos hombres la miraron, cerraron los ojos e intentaron arroparla con las suyas.


...Dime donde vas morena,
dime donde vas salada,

dime donde vas morena,

a las dos de la mañana.



Desentonadas, roncas, temblorosas voces, daba igual. Era una canción que todos conocían, que les unía, que no hablaba de nada profundo pero que les recordaba algo que todos habían aprendido en su infancia, traía a sus memorias un cacho de los buenos tiempos, y sobre todo les recordaba que seguían vivos y que juntos eran algo... algo bueno... inconcreto, pero bueno.


Voy a la frente de Cacho,

a beber un vaso de agua,

que me han dicho que es muy buena,

beberla por la mañana.

Dime donde vas morena,

dime donde vas salada,

dime donde vas morena,

a las dos de la mañana.




Las últimas estrofas de la canción las cantaba toda la ciudad.



Voy al jardín de Valencia,

a decirle al jardinero,

que me de una rosa blanca,

que en mi jardín no las tengo,

Dime donde vas morena,

dime donde vas salada,

dime donde vas morena,

a las dos de la mañana.



Nadie sabe muy bien qué fue lo que cambió aquel día, pero yo fuí testigo mudo de aquel momento, de la mirada entre dos muchachos que cambió la luz y la fuerza del final de la guerra. Yo fuí testigo de la carambola emocional que María provocó uniendo a todo un ejército derrotado, con su ciudad, cantando y sacándose el luto del pecho para contarles a todos aquellos hombres que tenían un lugar bonito al que volver.


Compartirlo hoy con vosotros es reencontrarme con uno de esos tesoros que guardo en el desván de mi memoria y que me recuerda muy amenudo lo poderosos que somos. Si una muchacha triste pudo darle luz a aquel día... todo es posible.


(Nota: Canción "La fuente de Cacho". En cualquier parte del mundo, si eres Cantabro y comienzas a cantar esta canción, sabrás si hay alguien de tu tierra cerca porque no tardará en entonarla contigo)

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