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miércoles, 29 de septiembre de 2010
Another lonely day (part II) + 3
Sobrevolaba el atlántico a la deriva, su deriva.
Había cortado, un dia antes, las cadenas que le ataban al viejo carrusel en el que llevaba girando desde qeu nació. Le pidió ayuda al viento y echó a volar.
La palabra Atlántico siempre se le enredaba entre los dientes, la repetía escuchándose por dentro, poniendo especial atención en la sílaba "Tla". Su lengua torpe prensaba el aire entre los dientes y el paladar, pero nunca quedaba del todo satisfecho con el resultado.
Por todo equipaje llevaba un termo de café, una muda de curiosidad, dos pares de inquietudes, unos sueños limpios, otros no tan limpios, 5 deseos, 7 pares de provocaciones, una planta de ideas sobre el ala derecha y un almacén lleno de latidos en su pecho, que bombeaban sus ilusiones bajo las alas; desde ahí pilotaba su maravilloso caos.
No tardó en amaestrar a una pequeña nube que comenzó a seguirle allá por Lisboa. Llovía para él siempre que este se lo pedía y a veces le tronaba si se quedaba dormido y el avión perdía el control. Se cuidaban. De vez en cuando, él bajaba hasta el mar y planeaba pegado al agua, regalándole a ella el vapor a estrenar del calor de sus motores.
La tercera noche, un trueno de su mascota gaseosa le despertó. Sobrevolaba el Lago do Fogo, la noche estaba despejada como su mente, por un momento no era capaz de distinguir ambas calmas.
Lago do Fogo, el crater de un volcan inundado de océano Atlántico, no podría imaginar un lugar mejor para improvisar su aterrizaje.
La pista flotante estaba iluminada para él. Incluso una pintada en el suelo le hizo saber qeu se le esperaba.
Bajó del avión desconcertado. Solo se oían las rachas de viento sur y el goteo constante de su nube que, por los nervios, no podía dejar de llover tras él.
En un largo suspiro, el sonido de sus propios pasos le llevó hasta la puerta de la tasca del puerto. Estaba mal cerrada y golpeaba su desvencijada madera contra el marco, haciendo retemblar las bombillas del porche, en cada golpe seco.
En esa puerta, un cartel escrito en francés decía así:
"La relación matemática entre las dimensiones de las alas y el peso del abejorro nos indican que volar le sería totalmente imposible.
Pero el abejorro lo ignora, es por eso que vuela"
Él sonrió, miró a su amiga nube y ambos entraron en la tasca sin decirse nada, sabiendo que, en su interior, encontrarían un cacho de patria.
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domingo, 26 de septiembre de 2010
Another lonely man
Aquel artesano amable y callado parecía sostener en su cansada mirada al mundo.
Un sistema de poleas y piñones de madera y cuero, empujado por sus piernas, hacía girar una pequeña noria.
Hoy confieso que me tumbé en el suelo para colar mi mirada curiosa en aquel sencillo pero ingenioso mecanismo, no por entender cómo hacía girar la pequeña noria de caballos de madera, sino porque estaba convencido de que las piernas de aquel hombre hicieron girar, por un rato, a la tierra.

Tempus Fugit?
No. El tiempo no viene, ni se va.
El tiempo se crea.
Larga vida a quienes lo saben y llevan ese peso en cada arruga.
viernes, 24 de septiembre de 2010
Sad Girl
Apoyaba su frente en uno de los ventanales del "Café Literarios".
Su mirada se perdía en el verdín de la Catedral, empapando la sombra de sus ojeras en los charcos de la plaza.
El murmullo del café me resultaba somniliento, mecedor, pero aquella mirada me despejó. La luz se posaba en su cara lavada, como si el mundo fuera un escenario y el sol pálido de septiembre, su foco.
Nunca invado, pero tuve el impulso de sentarme en su mesa, frente a ella. Cogí un juego de llaves y lo posé cerca de su taza de café, sin decir nada y sin dejar de mirarle a la cara.
El sonido del metal sobre la madera llevó su mirada a la mesa y a mi mano, para terminar en mi cara.
Su sonrisa de bienvenida no mostraba sorpresa, más bien indiferencia. Pero aún, entre esa apatía, pude encontrar los restos de vida que iba dejando su marea de sombras.
Nuestra conversación fue breve. Pedí un café y le sugerí a la camarera le pusiera a ella otra ronda de lo que estuviera tomando.
- ¿Tu te planteas por qué estás vivo?. Me preguntó con un pequeño jet lag en la mirada. Le costaba coordinar su voz con la expresión de su rostro.
- Claro, cada día me lo pregunto.
- Hoy no encuentro motivos para no pegarme un tiro al llegar a casa.
- ¿Sabes qué es lo que a mí me mantiene vivo?
- No, dimelo.
- El deseo. Esta frase le torció el morro con una sonrisa sarcástica. Debió pensar que era un cantamañanas más que solo se la quería tirar y me respondió.
- Vale, guay... otro día hablamos si eso...
Yo arqueé mi ceja y le pregunté su nombre.
- Me llamo Manuela.
- Ok. Mira Manuela, te dejo estas llaves. ¿Ves el avión que está sobre la torre del reloj de la catedral?
- Si.
- Estas son sus llaves. Pegate un tiro si quieres. Pero yo no lo haría sin conocer Paris. Hazlo a la vuelta, eso es fácil y siempre tendrás ocación, no tengas nunca prisa para morir.
Ella me miró incrédula, alternó su mirada entre mi cara y el avión y se quedó pensativa.
- ¿El deseo dices?
- Mira, hacemos un trato. Yo te dejo mis llaves y tu me las devuelves antes de pegarte un tiro. Eso sí, a cambio me tienes que prometer que buscarás un deseo cada día.
Para esas alturas las llaves ya andaban jugueteando entre sus dedos y su sonrisa ya no temblaba.
Yo me levanté, pagué la ronda y, antes de irme, le dije al oido. Siempre te dará más vida lo que desees que lo que tengas...
Ella frunció el ceño. Algo no le había convencido. Salió corriendo a buscarme cuando ya estaba en la calle.
- Espera!!!! Si solo te da vida lo que deseas... ¿Que sentido le da eso a lo que ya tienes?
Nos sentamos en las escaleras. Ahora era yo el que perdía la mirada en el verdín de la catedral. Comencé a hablar.
- Deseo aprender a tocar mejor mi guitarra, deseo que mi hija me admire, deseo crear un patrimonio de vida rico en emociones y buena gente que avale camino, deseo aprender inglés para hacer mejor mi trabajo... Deseo que mis padres se sientan orgullosos, deseo que mi familia se sienta protegida, querida y rica de valores...
Giré mi cara y me centré en su mirada para decirle:
- La capacidad de desear es ilimitada, pero debe gestionarse con, al menos, un pié en el suelo. Yo deseo muchas cosas que no tengo y lucho por ellas, eso hace mi vida intensa, pero también tengo un gran saco de deseos relacionado con las cosas que si tengo, que las enriquece y siembra de vida. ¿Aún no conoces París?
- No.
- No puedes pegarte un tiro sin conocer París. Cuida bien esas llaves, en ellas tienes un apartado de correos al que escribirme. Recuerda que habrás de devolvérmelas antes morir.
Le dí un beso en la frente y me fuí.
Va para tres años que conocí a Manuela. Desde entonces, de vez en cuando, recibo una carta suya con unas pocas palabras:
"Aún no conozco Londres. Gracias."
"Aún no conozco Laponia. Gracias."
"Aún no conozco Argentina. Gracias."
"Aún no conozco Amsterdan. Gracias."
Y yo, al leer cada carta, pincho una chincheta en mi mapa mundi y celebro, con un buen vino, haber perdido mi avión.
Hoy le he contestado por primera vez . Mi carta decía así:
"Aún no te conozco. Gracias."
jueves, 23 de septiembre de 2010
CONFIDENCE
Puedo quedarme dormido al volante de sus alas.
Ella, con cuidado, apaga sus motores y se apoya en el viento, planeando sus calmas hasta el horizonte para mecer mis sueños.
NO hay día en que no me pregunte. -¿De qué color quieres que amanezca mañana?.
Y se pasa las noches velando mi sueño, mientras negocia con el sol, el color del siguiente amanecer.
Cada jornada despierto en la montaña más alta, sobre un suelo firme y amanece a mi antojo.
NO es que sea un tipo con suerte, es que sé quien soy y por dónde sale el sol.
NO es que el sol me deba nada o me trate mejor que a los demás, es que vuelo para acariciar su lomo.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Jazz Life
Reconocería el susurro del polvo que había entre los surcos de sus discos en cualquier tumulto.
Despues de conocerla, el sonido limpio me provocaba la misma indiferencia que 100 gramos de jamon York.
Su vieja cámara Voighänder había parpadeado frente a las escenas más intensas de la historia del Jazz, imágenes que ella solo compartía conmigo, y que acompañaba de grandes historias venidas directamente de los labios de Charlie Parker, de la piel de Billie Holliday o de la destilería que Lester young tenía en su hígado.
- Esta cámara ya no admite por trípode otra cosa que, la barra de un club o al taburete del que se acabe de levantar un apuesto caballero-. Me decía con una sonrisa traviesa que parecía salida de las calderas de su pecho.
Era una mujer silenciosa que contaba más con la mirada que con la boca. La imaginaba en los años 40 con su cámara al cuello, un cigarrillo en la oreja, como hacen los carpinteros con su lapiz y un cuaderno en el bolsillo grande de su peto. No era muy femenina, pero su mirada y su inquietante descaro inocente traía locos a todos los músicos. Monk tocaba con una sola mano cuando ella rondaba cerca.
La visito en su residencia cada vez tengo ocasión, reconozco en su mirada a la joven intrépida que fue, su voz es tranquila, no invade, pero me llega siempre.
La dejo fumar algún cigarro a escondidas, vigilando que no nos vea la enfermera de recepción y ella me sigue contando historias.
La miro, la miro mucho, porque su mirada no ha perdido el poder de encandilar, a menudo me pierdo en su cara y no oigo lo que me está contando, porque aún hoy, con 90 años, esa mujer es capaz de desenfocar el mundo con la nitidez luminosa y cálida de su mirada.
Le daría un mordisco a mi orgullo por poder rociar mi vida con el sonido del polvo de los surcos de sus discos.
domingo, 19 de septiembre de 2010
Para volar...
Guardo un poco de talento
en mi viejo hatillo,
empapado de suspiros.
Guardo un abrazo y dos manzanas para el postre. Guardo mi harmonica sin viento y un pedazo de tu risa para untarle a mis desvelos.
Guardo en mi hatillo un remiendo de lamentos que la luna me zurzió con hilo de horizonte.
Guardo un desorientado mapa mudo y un botón de tu abrigo para abrochar mis patas de gallo. Guardo un verso de Lope que solo se lee con el último vaso de vino.
Entre una pluma de tus alas y la fragancia de tus deseos un aullido de lobo se calla y mira ... Sonríe y mira... Me late y mira.
Hoy mi hatillo pesa poco porque este avión desvencijado alza su vuelo hacia el sol los días que vengo ligero de equipaje... Up in the air.
sábado, 18 de septiembre de 2010
Faros de piel
... Y el cielo se acurrucó a tres pulgadas bajo su piel...
... Con su azul, con su aire calmado, con su luz ...
se coló en su pecho y sonrió una vida entre sus suspiros...
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viernes, 17 de septiembre de 2010
Vegabundo
Me gusta caminar por mi pueblo (Vega de Pas) sin tiempo, ni zapatos, incluso sin memoria.
Me dí cuenta de que almacenamos demasiada información, un saco de pasado que nos lastra por el rabillo del ojo y en ocasiones nos dificulta ver con claridad el presente.
Desnudo, sin filtros, ni condicionamientos, trato de despojarme de todo lo que sé y mirar el mundo desde una perspectiva ingenua, infantil, como si fuera de otro planeta...
... No sé si debo preocuparme, porque cada vez me cuesta menos hacerlo y más volver.
Un Vegabundo que siembra colores en la mecánica de su tiempo, porque sabe que la vida se mide en latidos y no en tic tacs.
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Vega (III)
Y el cielo le pidió permiso para tocar su mirada.
Ella inocente, le sonrió, y en un parpadeo, nació el color.

Vega (II)
Parecía salida de una película del cine mudo. Calladina.
Pero el Blanco y negro no se pudo resistir a sus ojos verdes.
Una raya de Jazz verde le cruzó la cara, firmando la sonrisa más bonita de las mañanas del "Molino".
Y aquella niña rubia bailó descalza marcándole el ritmo a mis latidos.
No fue un lujo hacerle la foto, el lujo fue que me mirase.
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jueves, 16 de septiembre de 2010
Vega
Hay momentos en los que el pensamiento se ve, como el calor en verano sobre la carretera... momentos que distorsionan el entorno... lo desenfocan porque necesitan toda su nitidez centrada en ese instante...
...Yo no quiero saberlos... yo los vivo.
Nota: Aprender a encontrarlos, como en esta foto, va componiendo mi gran paseo por la vida.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Sun Time
A veces, incluso el sol necesita descansar.
Nos observamos y, cuando lo noto débil de sombras, giro 360 grados sobre mí mismo, busco en el horizonte la montaña más alta y subo con la furgo hasta su cima cuando aún es de noche.
A veces, hasta el sol necesita sentirse protegido. Esos días madrugo mucho y le sorprendo... esos días le amanezco yo a él.
De vez en cuando, hasta el sol necesita sentir que alguien le arropa bajo una mantita de horizonte.
sábado, 11 de septiembre de 2010
Mis memoras de las noches perdidas (VI)
Y acurrucados en la penumbra de un tiempo sin agujas, aprendimos a dejar que la luz se filtrara por todas nuetras rendijas.
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miércoles, 8 de septiembre de 2010
Tana Midala
- Uñas?
- Pintadas.
- Coloretes?
- En su tono ideal de la muerte.
- Peinado?
- Like a queen.
- Chanclas?
- Una en cada pié.
- Hala, vamos para el río...
Nota: A ver si, con un poco de suerte, la vida no le quita la capa de gitaneo que cogió este verano...
Sana y feliz, vamos bien.
Esta niña no se preocupa por la luz... es la luz la que debe andarse al loro, porque como se descuide le pinta a ella las uñas también, como hizo hoy conmigo.
(Que esto no salga de aquí)
Mis memorias de las noches perdidas (IV)
... Y en nuestro mapa salió cara.
Y echamos a rodar con la extraña sensación de que, a medida que avanzábamos, la furgo se iba fundiendon con la luz y ya casi no éramos capaces de distinguir, la parte trasera de nuestro viejo cacharro de los propios rayos del sol, como cuando aceleran las naves espaciales y, al avanzar más rápido que la luz, llegan a su destino antes que su propia imagen, perseguidas por una estela de si mismas...
¿Será nuestra estela lo que se funde con el sol según avanzamos? ¿Hay un combustible mejor?
Mis memorias de las noches perdidas (III)
Y amanece despacio, un sol curioso que ronronea sobre el horizonte, desperezando los colores de una mañana que comienza con restos de la noche anterior rondando nuestra sonrisa.
Clank... Una de las gaviotas del puerto posa sobre el capó de la furgo. la tartera con el desayuno que encargamos ayer en la tasca. Café, fruta, huevos con bacon y zumo de naranja. El olor nos alborota. La brisa del puerto nos lava la cara y una moneda, a cara o cruz, nos hace las veces de mapa
Mis memorias de las noches perdidas. (II)
Los instrumentos y las miradas invitaban a tocar.
Noches de aullidos y piel, de arrugar la nariz como los lobos y pisar descalzos las gotas de sudor que llovían sobre una tarima de roble desgastada de jadeos.
Noches de desvelos escondidos entre los pliegues de su piel, al reverso de nuestros parpados.
Penumbra azul que se roza con la luna coquetona, faro de neon y blues a la deriva de mis deseos.