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domingo, 24 de febrero de 2008

(DCLI) La corrala

La corrala

(La puerta de atrás de “La Isla” da a una Corrala)



Sentado en el poyo de este patio adoquinado, se me antoja La Corrala, como un viejo teatro sin techo, donde los balcones de madera, a modo de palcos, ascienden agarrados a las cuatro paredes desconchadas que lo enmarcan. 

Desde aquí se siente respirar a este añoso edificio. (pulmón de humanidad).


A veces los alumnos del conservatorio, salen a tocar a la Corrala. Al  principio el vecindario siempre se asoma a los palcos y aunque, poco a poco, las cabezas van desapareciendo, haga frío o calor, las ventanas se quedan abiertas, especialmente cuando actúa Vicente, un chaval rubio que toca el clarinete. A veces incluso les llueven monedas, o alguna vecina le ofrece un caldito caliente a los músicos.


Las fachadas – escudos de intimidad- son grandes lienzos salpicados de vida donde la ropa tendida en los balcones compone un curioso entreverado de colores.


Pienso en la cantidad de vidas distintas que se hacinan tras esos tabiques compartiendo mucho más de lo que ellos se creen. Pienso en la cantidad de rutina compartida:



Se rodean de espejos

y no ven nada más.

Ciegos, encerrados, solos.

Presionados y motivados por lo mismo,

Como si fuera imposible elegir.


Cegados por la rutina,

Se encierran en sus cuartos

Iluminados de fantasía artificial

Y se dejan robar el alma.


(Recuerdo algo que leí en una revista: decía que el 99 % de los cromosomas humanos son comunes con los de los ratones. Solo nos diferencia un 1 % con los roedores, y esto es algo parecido).



Por todo esto que quiero destacar la importancia de romper el límite de las 4 paredes y saber tomar posesión de la ciudad entera, y voy más allá, de la Tierra. 


Esta mañana tres niños y dos niñas han montado un rastrillo en mitad de la calle con juguetes usados, cuentos viejos, comics, libros de texto, trapos, ropa y todo lo que han encontrado en sus casas que, a su juicio, se pueda vender. 

Elena ha comprado un atlas para mí. Un atlas universal antiguo con las tapas peladas en el que aún viene Castilla la Nueva y Castilla la Vieja, y que por supuesto, es ajeno a todos los problemas que haya podido padecer la Europa del Este en los últimos 15 años.


Me gusta hojear el atlas que me ha regalado Elena, me ayuda a pensar que mis problemas no son tan importantes.


Cómo me “mosquee” me voy a Islandia, sería como volver a nacer, tendría que aprender el idioma las costumbres sociales del lugar y ... una vez “socializado, volverme a marchar, esta vez a Calcuta...   ...   ...


Me ayuda pensar que el mundo es mío con toda la gente que contiene, pero al igual que un instrumento musical, la propiedad no implica su dominio, lo tengo que estudiar, observar, analizar y entonces podré disfrutarlo al máximo, que para eso me lo regaló mi madre el día que me parió.


Huir de las inercias de rutina. Tengo que huir de este puto ciclo de rotación de día y noche. Superar la idea de que mi vida se compone de ciclos de 24 horas y esa angustia que a veces nos ahoga de que parece que lo que no hagamos hoy no lo podremos hacer nunca.


Recrearme de/con una vida llena de mañanas en las que comenzar, corregir, continuar, evolucionar... ...


6 comentarios:

Hache dijo...

Hola, se puede?

He llegado aquí cotilleando entre los perfiles de los bloggeros ... por una aficción común, la peli "La educación de las hadas" y vaya ... tenemos unos gustos muy parecidos.

Así que he leído lo del atlas, me ha sacado una sonrisa, me he imaginado frente al mapa .. una vez yo tiré al aire una moneda para elegir destino de vacaciones ... y me ha gustado esto.

Creo que volveré.
Un saludo,

Eva dijo...

Cegados por la rutina,
Se encierran en sus cuartos
Iluminados de fantasía artificial
Y se dejan robar el alma.

Te das cuenta de todo lo que has dicho ahí? Cuantos ciegos hay? yo conozco a unos cuantos, a unos muchos, y viven en su mundo a medida como si fueran sonambulos o bailaran al son de quien les controla los hilos.
Antes de ser ciega preferiría vivir en la oscuridad, pero en una oscuridad real y elegida por mí.
Bonito regalo el que te hizo Elena, puso el mundo en tus manos.
Un beso.

Luz dijo...

Me llamo Luz, y es un placer que estés en mi lista. Perdón si te confunde mi "acento", soy argentina, y acá acá se habla bastante mal, trato de corregirlo, pero cuesta.

Y la lista es positiva porque así estaba en ese momento. No me ha surgido escribir todas las cosas que no me gustan, que son menos de las que me gustan, pero ya habrá oportunidad.

Leí la entrada, me gustó mucho tu reflexión.

"Huir de las inercias de rutina. Tengo que huir de este puto ciclo de rotación de día y noche. Superar la idea de que mi vida se compone de ciclos de 24 horas y esa angustia que a veces nos ahoga de que parece que lo que no hagamos hoy no lo podremos hacer nunca."

A mi con mis 17 años me preocupa exactamente lo mismo... Justamente el domingo pasado le dije a una amiga "un día tendría que durar más de 24 horas, no alcanza!". Y así es para mi... Ni para la rutina, ni para los cambios, nunca alcanza... Desde que el tiempo tiene un valor económico, es una neurosis pensar en él.


Y mi mirada está en la foto de la columna derecha, está la verdadera, y la marrón.

"A una hora del día
sus ojos se tiñen de un ámbar violeta."

Saludos!
Gracias por pasar, no me lo esperaba.

Luz.

* Sine Die * dijo...

Me has hecho recordar una vez (porque leerte ha sido como subir en un tren, pero eso creo que de alguna forma inexplicable, lo sabes...) una vez en que quise morder el planeta.

Qué sabor tendría esta cosa que llaman suelo y que se expande hacia el infinito de mis ojos?. No sé que edad tendría, igual era un poco menos niña que ahora, así que me arrodille al estilo papal...y recogí un pedazo de tierra con la mano, luego me lo llevé a la boca....

"¡qué extraño!"

Grité.

"Sabe a mí"...

Leerte ha tenido el mismo sabor, niño....

Mencía dijo...

C
R
E
C
E
R

Besinos

saposaraso ★ dijo...

es sencillamente increíble la maravillosa obra que la vida nos estrena . quien cabecea en medio del acto -I, IV ó FINAL, da igual- se pierde lo despierto .
sin interrupción de parpadeos de telón, una escena: instrumentos de calor bajo una lluvia dorada, donde una camisa de algodón y un pañuelo de seda mantienen una charla sobre brochecitos de colores a través de ratoncitos mensajeros, que ligeramente caminan espejados entre un mundo de constelaciones trazado por los cordeles de los tendederos.