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domingo, 24 de febrero de 2008

(DCLI) Sobre por qué me gusta pisar los charcos



Hoy llueve y el viento es frío. Entro en “La Isla”, sacudo mi gabardina y la cuelgo en el perchero de madera, mi ritual de llegada continua tocando la campana de la entrada, una campana que baja desde el techo (recordadme que otro día os cuente la historia de esta campana) , doy el toque seco que me corresponde y Julia y Roque levantan a la vez su mirada hacia la puerta. Al ver en mi cara el frío de la calle, Julia me ofrece un café caliente y Roque salta hasta la estufa próxima a mi mesa y la acaricia con el lomo para dejarme claro que ese calor es “su” calor, desde allí me mira para asegurarse de que está clara su postura.
El ambiente en la isla siempre es cálido, acogedor. El café calienta mis manos y mi estómago,
Ben Harper (“Another lonely day”) me calienta el alma.
Me gusta mucho observar el frío desde “La Isla”. Apoyo mi cabeza en la cristalera y me pierdo en los brillos del suelo mojado de la ciudad, en los reflejos de los charcos. Busco en esos reflejos mi ciudad.
Y es que, a veces, me siento extranjero en este mundo, como si fuera un habitante de esa otra ciudad que, inversa y distorsionada, se refleja en el suelo de este lluvioso relato nocturno. Un extranjero que encuentra su patria en esa ciudad que, bajo los charcos, se tambalea borracha de irrealidad.
Fuera, la gente se protege del frío y la lluvia como puede. Andan deprisa con el ceño fruncido.
Entre el tráfico mecánico de personas, destaca una chica que pasea serena, empapada, sin prisa, recreándose en el agua. Sus ojos sombríos por el rimel corrido le dan un aspecto misterioso, pero con esa pureza que tienen las caras mojadas por la lluvia.
Al pasar a mi lado, apoya las manos y pega su nariz en la cristalera, me saca la lengua, sonríe y sigue paseando, como una extraña, ajena al ritmo y los problemas de esta ciudad sobre el suelo, en la que este extranjero busca su patria en el beso de una amiga, la voz de
Billie Holiday, las letras de Machado, un lapicero, la sonrisa de un niño o el regazo de su chicuca ... en su imaginación...



Solo la luz me recuerda que existo,
El reflejo de otras vidas
acompaña mi locura.

Sin que el tiempo me perdona,
Sigo esperando la imagen
Que cure mi ceguera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu isla se me hace cada vez mas agradable y entrañable, como un lugar de cálida tranquilidad, ese puerto al que llegar después de dejar casi el alma en la vorágine diaria.
Y la Billie, cielos esa mujer es pecado, lo sé porque la escucho y mi cabeza se llena de ideas pecaminosas, jeje.
Otra coincidencia amigo, en esta ciudad llueve tanto, tanto, tanto, que la melancolía casi no tiene cabida, el agua ya es parte de la rutina, quizá la pueda observar unos momentos pero prefiero mil veces el frío, ese que sé que puedo palear con un café bien cargado, en cambio la lluvia.
El único momento que la gozo es cuando me toca al final del día y ya no me importa mojarme, las calles están mas vacias y puedo caminar sin prisas escuchando mi música y ver las gotas que salpican el asfalto....jamás en mi vida he usado paragüas a pesar de vivir en una zona demasiado lluviosa!

tenías razón, ya ando visitando tu isla

un abrazo
bitter

Dejame que te cuente dijo...

He contado muchas veces en mi blog...mi relacion con la lluvia y las tormentas...
me encantan...¡¡¡..
el dia que amanece nublado ..es fiesta para mi¡¡¡..
por el contrario este buen tiempo...este sol insolente y esta calor me deprimen...
tardé años y horas de leer libros de sicologia...en descubrir porque rechazo el buen teimpo...
ahora lo sé...
pero como es largo de contar y no kiero cansarte...
solo te digo que siempre pienso que naci en el lugar equivocado..hubiera sido mucho mas dichosa en algun clima mas oscuro y seco.....

sigo leyendote...
seguire contandote...
un saludo niño